Esta preciosa trucha fario, fue la única recompensa de un día de pesca en la Zona Libre del Ter, que tras las riadas de principios del pasado diciembre ha sufrido una gran devastación. |
JORNADA DE PESCA Nº 731
Nota preliminar. como en otras ocasiones en que se pescan zonas libres sin muerte, en las que todo y estar fuera de zonas trucheras hay presencia de truchas, se omite en este artículo la localización exacta de los escenarios pescados, con miras tanto a incentivar a los otros pescadores a que exploren las mismas y saquen sus propias conclusiones, como para evitar que una información sensible, en lo que respecta a peces de alto valor deportivo, pueda ser objeto de mal uso por colectivos fuera de la legalidad.
Hacía casi dos meses que no había vuelto a pisar el Ter, tras la terrible riada de principios de diciembre pasado, y en este último sábado de enero he decidido volver, para comprobar, con mis propios ojos, si era cierta esa devastación que ha sufrido este gran río en su zona media, de la que hasta ahora solo había oído hablar por terceras personas, que habían tenido a bien compartir información.
A todo esto, continúa el duro invierno, y ante la perspectiva de tener más que asegurado un bolo, me curé en salud, sobre todo para el bolsillo, y preferí ir a explorar la zona libre sin muerte antes que pagar un caro permiso de intensivo sin muerte (ahora que todavía no se han expedido ni licencias sociales, ni federativas, y por otra parte tampoco se han llevado a cabo repoblaciones) en "Magic Anglès".
Pese a la pausa para el senderismo de la semana pasada, las ganas de volver al río tampoco eran de las de gran apremio, dado el bolo, tras una jornada de puro aburrimiento, en las zonas libres del Llobregat de hacía dos semanas atrás, así que decidí tomarme las cosas con calma, desayunar sin prisas un bocadillo caliente en mi bar favorito de Anglès, kilometro cero de mis correrías por la comarca, para luego irme a cambiar de atuendo al puente de Sant Julià, con el fin de asomar el morro a esa frontera en donde acaba la "dimensión de las truchas difíciles" y comienza "Magic Anglès", y tener un poco un anticipo de lo que me podía encontrar mas tarde, tras un nuevo viaje en coche (¿corto?¿largo?, misterio, misterio).
Ya desde el puente, pude contemplar un Ter con muy poco caudal, sensiblemente cambiado, con una gran acumulación de grava y sedimentos, muchos arboles derribados y mucha materia forestal acumulada en las orillas. Precisamente, mientras me cambiaba de ropa, tuve el placer de conocer a Miquel H. y a su padre, dos mosqueros que son seguidores de este, nuestro blog, y con los que estuve de corta tertulia. Ellos habían venido ya un par de veces, recientemente, a "Magic Anglès", y los resultados habían sido tan pobres como desalentadores. Sin embargo, la afición es la afición, y allí les dejé, tras desearles mucha suerte, a punto de montar sus aparejos.
Tras el viaje en coche, a otras latitudes río abajo (¿cercanas?, ¿lejanas?, misterio, misterio), llegué por fin a un aparcamiento seguro, en donde dejar el coche a un relativo buen recaudo de los cacos, y pude finalmente llegar a pie de río, con el vader enfundado y la caña montada. ¡Vaya sorpresa!.
Lo primero que me llamó la atención, es que por el río bajaba más agua de lo que había visto en la frontera meridional de "Magic Anglès", pero esto seguramente se debe a que a lo largo del mismo hay bastantes salidas de canales. Todo y así, el caudal se podría considerar como bajo y perfectamente vadeable, pese a que la acumulación de algas en las rocas, ya resbaladizas de por si, aconsejan el uso del bastón de vadeo.
Pero lo que más me sorprendió, fue el estado del cauce fluvial en si, que parecía ser la ´"zona cero" de un terrible cataclismo: la fuerza descontrolada del agua barrió con todo a su paso durante días, y cientos de árboles, arrancados de cuajo, se acumulan ahora tumbados en las orillas; toneladas de arena, traídas de lejanas rieras, han hecho auténticas playas y colmatado fondos rocosos; y rocas de quintales de peso, movidas como juguetes de corcho por el tsunami fluvial, han sido desplazadas de su sitio, cambiando totalmente la fisonomía del lecho del río. ¡Brutal! El paraíso élfico convertido ahora en la desolación de Mordor... así lo podría resumir, parafraseando a mi siempre admirado Tolkien.
Por lo menos, el tiempo acompañó un tanto en este retorno al Ter tras el tsunami. La mañana y el mediodía fueron bonancibles, bajo un sol invernal que, con la ausencia de viento, hizo subir la temperatura hasta niveles primaverales. La tarde fue ya otra cosa: cielo cubierto, plomizo y amenaza de tormenta, con retumbar cada vez más cercano de truenos y esporádico fulgor de relámpagos. Todo este preludio apocalíptico para acabar como en una especie de "parto de los montes", pues apenas si al final de la jornada, entre las tres y las cuatro de la tarde, cayeron cuatro gotas mal contadas y bajó levemente el mercurio.
En acción de pesca, poco que contar. Largas horas de batirlo todo con ninfas de diferente calibre y peso, según el escenario, y cambiando a tandem de seca y ninfa a la hora de pescar tablas de escasa profundidad.
De nuevo, el bolo parecía cantado cuando, poco antes de la una de la tarde y bajo un solete muy agradable, vi ¡una ceba!, en un escenario de corriente muy lenta y escasa profundidad. Si hay una ceba, es que hay una trucha, y me conjuré aprovechar al máximo ese hallazgo, así que me puse a repasar la zona donde había visto la solitaria ceba y aledaños, con un tandem de seca y ninfa.
Curiosamente, mientras preparaba el cambio de aparejo (de combo de ninfas a tandem de seca y ninfa), me di cuenta de que ¡había una emergencia!. ¡Milagro! Pese a todos los desastres sufridos por el río, la vida invertebrada daba muestras de no haber perecido, en forma de una abundante eclosión de rhodanys (a la que nadie bajo el agua estaba haciendo caso alguno, por cierto).
El uso del tándem, en vez de pescar a seca, evidentemente se debió a "asegurar el tiro", ante la perspectiva de poder al menos evitar el bolo. Eso si, un tandem pensado tras darle muchas vueltas a la cabeza: dado el escenario de poca profundidad, una ninfita de lo más pequeño, un perdigoncillo rojo chillón con un anzuelo del 19, y en vez del socorrido tricóptero, una efémera bien impermeabilizada, todo y que al no tener a mano en ese momento una imitación de rhodany, le puse una de ignita.
Dedos cruzados y... a batir la zona con fe y entusiasmo. Estaba visto que mi regreso al Ter no iba a acabar con un bolo, pues al lance número catorce, y unos metros corriente abajo de donde había visto la única ceba, recibí una brutal picada, a la mosca seca, de una estupenda fario que acabo en mi salabre, tras una pelea mas corta de lo que esperaba. Debía tener frío, y los diez pies de una caña potente, como mi Scott A2 para línea 6, la debieron cansar pronto. Aproximadamente 35 centímetros y pintas grandes: todo el aspecto de tratarse de una fario de genética atlántica, de las que se reproducen desde hace mucho en este río.
Justo me estaba fumando un cigarrillo, a modo de celebración por haber evitado el bolo, cuando sucedió la anécdota divertida de la jornada. No había visto a nadie pescando en todo el día, y de repente, venía por la orilla, sorteando un laberinto de ramas y maleza, un pescador con una caña de lance. El colega me saludó, muy educadamente, con acento del Este de Europa, y me pregunto ¿Quie es esto suyio seniorrrrrr?. El pescador traía, colgada del hombro, mi bolsita en donde guardo los tes con limón, que tomo para no deshidratarme y calmar la sed, tanto en verano como en invierno, la cual había encontrado abandonada en la orilla, justo en donde había evacuado aguas menores hacía casi una hora, y en donde la había dejado olvidada sin darme cuenta.
Le di las gracias, y le invité a una lata de te, que aceptó mientras charlábamos. Me comentó que había pillado cuatro truchas, con un curioso minnow sin muerte, que hacía mucho tiempo que no venía y había encontrado el río muy cambiado, y que las truchas picaban poco y mal. Tras despedirnos, marchó fuera del río, a través de la jungla, y no le volví ver más.
Como no, seguí batiendo un rato más la zona en donde había capturado la trucha que había evitado el bolo, pero algo me decía que eso era todo lo que iba a obtener del río por ese día.
La tarde comenzó a avanzar, bajo un cielo oscuro y amenazante, y cada vez estuve más tentado de salir del río lo antes posible, en aras de evitar un remojón, un cambio de ropa haciendo contorsiones dentro del coche y un resfriado de los de visita al CAP (1) con consiguiente baja laboral, todo por este orden. Quizás por esto, es por lo que pesqué cada vez con menos convicción... o quizás fuera por el conformismo, dado que tal y como estaban las cosas, evitar el bolo era ya. de por si, un gran resultado.
¡Tentación! Cuando ya estaba a punto de plegar la caña, a eso de las tres de la tarde, vi la segunda ceba del día, y ni corto ni perezoso me puse a machacar su "zona de influencia" directamente a seca. Esta vez, la insistencia no tuvo más recompensa de que comenzase a llover, al cabo de un buen rato, y que tuviera que lamentar el no haber salido del río cuando aún estaba a tiempo de evitar volver al coche bajo la lluvia.
Pero estaba visto que este era mi día de relativa buena suerte, y lo que parecía el preludio de un nuevo diluvio quedó apenas en un corto episodio de "calabobos", que pude evitar tan solo con internarme en la fronda, de tal manera que pude tanto llegar al coche sin apenas mojarme, como cambiarme de ropa en seco.
La verdad es que el evitar el bolo, en una jornada de tan poca actividad y con un río tan devastado, tuvo para mi carácter épico, y eso siempre hay que celebrarlo. Para la ocasión, fui a inspeccionar una nueva pastelería, en una localidad no muy lejana a donde había estado pescando, que satisfizo bastante mis eternas ganas de dulces para merendar. Mientras me deleitaba con una nata más que aceptable, pensaba en la eclosión que había habido habido a primera hora de la tarde... No todo está perdido en el Ter. Por duro que sea este invierno en especial, en lo que a pesca se refiere, tarde o temprano llegará la primavera.
(1) Centro de Atención Primaria, o sea, el Ambulatorio.
JORNADA DE PESCA Nº 731
Temporada 2014 - 2015 - Nº 12
Zona Libre del Ter
Río Ter
Pescador:
Ferran RUBINSTEIN
Capturas:
1 trucha fario a mosca seca
Climatología: mañana, soleado y templado; tarde, nublado con amenaza de tormenta, y llovizna al final de la jornada.
Caudal: bajo.
Condiciones de vadeo: sin dificultad, pero con la ayuda del bastón de vadeo por lo resbaladizo de las rocas, debido a la acumulación de algas.
Hora de inicio de la jornada: 10,15 h.
Hora de finalización de la jornada: 16,00 h.
La música de hoy.
Viaje de ida:
Concierto para piano y orquesta en "DO" menor
Obertura-Concierto en "FA" mayor
Joachim Raff
Concierto para piano y orquesta nº 2
Alexander Glazunov
Viaje de vuelta:
Sinfonía nº 4
Obertura para un Festival Académico
Johannes Brahms
Líneas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.