sábado, 6 de febrero de 2016
JP-781. VIAJE DE INVIERNO AL LLOBREGAT LIBRE DE PAGO. CUARTA PARTE: JORNADA CORTA Y CARPA GRANDE, ANTES DE IR A LA RÚA DEL CARNAVAL.
JORNADA DE PESCA Nº 781
La penúltima etapa de mi Winterreise (o viaje de invierno) por las zonas libres sin muerte del Llobregat me llevó, en el primer sábado de febrero y en pleno Carnaval, bien cerca de mi casa. En concreto, a la parte más cercana a la desembocadura del río, situada en una de los territorios más industrializados y densamente poblados de Catalunya: el área metropolitana de Barcelona.
Al igual que el año anterior (1), el sábado de Carnaval tenía previsto llevar a mi hija a ver la Rúa y, de paso, aprovechar la ocasión de que disfrutase luciendo su flamante disfraz de la Princesa Anna de "Frozen". Como dicho evento no iba a dar comienzo hasta las cinco y pico de la tarde, decidí aprovechar bien la mañana y el mediodía, yendo a tentar los ciprínidos del tramo de río que los pescadores urbanitas vemos pasar (con su agua casi siempre coloreada entre el marrón chocolate y el verde moco, rodeado por un cinturón de huertos y encajonado en un sarcófago de hormigón y acero en forma de carreteras, autopistas y vías ferreas de diversas velocidades) cuando atravesamos las afueras de la metrópolis o bien en busca de entornos más acordes a nuestra (siempre sesgada y tópica) imagen de la naturaleza, o en pos de la trucha en otro tipo de ríos.
Ya es bien curioso que, mientras aquí desdeñamos la pesca en estos escenarios suburbanos de los hinterlands de populosas ciudades, los cuales damos como a priori perdidos para la práctica de la pesca, en el Reino Unido nuestros amigos de Trout in Dirty Places (2), capitaneados por un simpático y entusiasta pescador llamado Theo Pike, se dedican a restaurar tramos de ríos y canales en medio de zonas urbanas y suburbanas para, nada mas y nada menos, que...¡pescar truchas!.
Por el contrario, en este país cainita y atrasado, la pesca de la trucha esta cada vez más alejada de las clases populares, cada día más limitada a zonas de montaña a donde se restringe, en mor de una supuesta "conservación de la pureza genética", infame programa este impulsado por gentes que se autodenominan "pescadores conservacionistas", que no han parado hasta pedir la catalogación de "especie invasora" para la popular y deportiva trucha arco-iris, la cual algunos no dudan en pescar cuando hacen sus viajes de pesca a otros países y otras latitudes. en donde se repueblan los ríos (generalmente acotados para turistas ricos) con esos peces, que tampoco son autóctonos de allí.
Para colmo de los males, y mientras en otros países, como en Francia, tras muchos años de cometer el error de escuchar a cantamañanas travestidos de ecologistas, se vuelve a repoblar los ríos con todo (y no solo truchas), aquí unos señores, que creen saberlo todo solo por haberse colgado la etiqueta de defensores de la naturaleza, han pedido incluir en un catálogo de "especies aloctonas invasoras" un pez que lleva en nuestros ríos desde los tiempos del Imperio Romano, como es la carpa común.
En fin, queda claro, a tenor de lo dicho con anterioridad, que mientras las naciones adelantadas y civilizadas intentan acercar la pesca recreativa, sana y divertida afición como pocas, al pueblo, restaurando ríos y repoblando los mismos con especies deportivas, aquí se pretende que exterminemos a las que forman la columna vertebral de la pesca en agua dulce desde hace décadas, siglos e incluso milenios, y encima no se para de poner problemas y trabas para que la gente, y en especial la gente mayor y los colectivos económicamente más vulnerables, puedan ejercer su derecho a pescar. Y así nos va. Y aún puede ir peor, si los políticos siguen escuchando esas voces siniestras, tras la que se ocultan oscuros intereses, que no persiguen otra cosa que restringir la pesca a la categoría de ocio solo para élites privilegiadas. Personalmente, creo que cada cual tiene lo que se merece, y aquí en España los pescadores ya estamos comenzando a pagar nuestra desunión y nuestra tendencia a las rencillas permanentes. El tiempo para salvar la pesca deportiva o recreativa en nuestro país se agota. Ahora, más que nunca es la hora de estar los pescadores unidos para defender nuestros intereses... o de lo contrario nos espera un futuro bien negro.
Por imperativos del calendario eclesiastico lunar, este año el Carnaval se adelantó a principios de febrero, o sea pleno invierno. A la hora de ir a pescar, más tarde de lo habitual, dada la cercanía del destino de pesca con respecto a mi domicilio, el día era gris, humedo y frío, otro de esos desapacibles en los que somos bien pocos los que, llevados por nuestra incombustible afición, nos metemos de pies al río. Todo y la amenaza de lluvia, apenas si lloviznó durante diez minutos, o un cuarto de hora a lo sumo, más o menos sobre el mediodía horario.
Si bien es cierto que es durante el invierno, y más en inviernos secos como el de este 2016, que tenemos alguna posibilidad de pescar este tramo final del Llobregat con el agua mínimamente clara, en esta ocasión, todo y encontrarme un caudal muy parecido, no tuve la suerte de que se dieran las mismas condiciones de mi visita del sábado de Carnaval del año pasado: esta vez tocó pescar con el agua de un color entre amarronado y verdoso, de los que no permiten casi verte las botas cuando estás metido en el río hasta, más o menos, por las rodillas.
A las diez de la mañana, una hora muy "de invierno" para comenzar la jornada de pesca, ya estaba a pie de río. En esta ocasión, dado el compromiso que tenía que atender por la tarde, apenas si iba a tener cuatro horas efectivas de acción de pesca (o sea, un poco más de los que para mi es una "media jornada") para lograr tocar escama. Como para nada soy un buen conocedor de este sector del río, ni tampoco tengo mucha idea de como abordar con éxito a carpas y barbos en el mismo, no quise arriesgar y me fuí de cabeza al mismo escenario en que el sábado de Carnaval del año pasado había logrado echar a la sacadera una gran carpa, de esas que quitan el hipo de tan solo verla.
La estrategia, como siempre en mi muy conservadora, pasaba por pescar solo, exclusivamente y hasta la saciedad, una gran tabla de escasa profundidad y poco tiro de corriente (como mucho con el agua un par de dedos por debajo de las rodillas) , con algún que otro blando lateral de un poco más de calado, delimitando en la misma un tramo de algo menos de cien metros para literalmente bombardearlo a golpe de ninfas con la misma intensidad que la famosa "lluvia de fuego", entre las artillerías contendientes, de la Batalla de Verdún.
A sabiendas de lo grandes que son las carpas y los barbos de esta zona libre sin muerte, ya vine oportunamente equipado con una herramienta adecuada: la super-potente caña Adams de 9 pies para linea 8, todo una "lanzagranadas", diseñada para pescar lagos desde "pato" o barca, y ríos grandes con voluminosos streamers. Para no desentonar en el poderoso conjunto, añadí al conector de la cola de rata un bajo de línea de poco más de un metro y medio de hilos de gran calibre (medio metro de 0,22 y un metro de 0,20 en punta), con el fin de lanzar, sin demasiada necesidad de precisión, una sola ninfa bastante pesada (cualquier pheasant tail de color oscuro, en un anzuelo del 10 con bola de tungsteno del 3).
La acción de pesca, resultó de lo más monótono y aburrido: ir lanzando a distancia corta, media y larga, por turnos, de cara al río o en diagonales, dejando que la ninfa fura rebotando con las piedras (u otros obstáculos) del fondo y, en el caso de no tener que ir a dengnacharla, iniciar una deriva baja (en este caso, solo en los lances diagonales) hasta hacerla dragar lo más abajo posible, antes de iniciar una recogida muy lenta, a tirones cortos, como si se tratase de un streamer.
Lo turbio del agua, el gris ceniciento del cielo y el frío que hacía, se añadieron pronto a la sensación de aburrimiento y me hicieron añorar mi habitual pesca de la trucha, o mis pescas estivales de ciprínidos en entornos con el agua más clara, gozando de ese placer que es pescarlos a vista.
Todo y así, apelé a mi paciencia -quizás mi mejor virtud como pescador, dado el mediocre lanzador y limitado estratega del río que soy- y no cejé en mi empeño de apurar la jornada hasta la una y media o las dos de la tarde, lo más estirar.
Pasadas las doce y media, sin haber recibido ni una picada, y sin haber visto más indicios de presencia de peces que unas rápidas estelas unos veinte metros aguas arriba de donde estaba faenando, fenómeno puntual y que sucedió solo una vez, había ya completado dos veces el periplo de recorrer el tramo prefijado de río. Fue en ese momento cuando tuve muy claro que si tenía que haber una picada, ni que fuera solo una, esa tenía casi todos los números de que sucediese en el único escenario de todo el tramo que podría considerarse lo más cercano a una poza.
Justo al final del tramo, un desnivel de grava en forma de cuña divide el río y, a mi derecha (mirando río arriba), crea una pequeña badina, en la que la profundidad sería, a ojo de buen cubero, como para llegarme un poco más abajo de la entrepierna. Justo y necesario: si algún pez buscase confort en ese tramo, quizás lo buscase allí.
Los primeros lances no pudieron ser mas descorazonadores pues de los diez primeros. en dos ocasiones, hubo tensión de línea, pero originada por haber trabado troncos sumergidos. Inasequible al desaliento, todo y tener que ordenarme a mi mismo un "alto el fuego" para reponer una ninfa que había perdido, seguí con el bombardeo hasta que otra tensión de línea me hizo temer que hubiese enganchado el tercer tronco de la tanda de enganches. Sin embargo, este "tronco" se movía demasiado para ser materia inanimada, y comprendí que ¡por fin! había un pez al otro lado de la línea, en este caso y tras un tira y afloja muy adrenalínico, una carpa común de las que son habituales en estos pagos, de cerca de 70 centímetros.
Al principio, la batalla con el pez se hizo insulsa (ella hizo valer su peso, yo hice valer la resistencia de mi caña), pero en cuanto se rehizo del mal trago de salir de su confortable letargo, decidió luchar con armas más agresivas y salir disparada de la poza para ganar la corriente y forzar al máximo el equipo. Pero esta vez, aunque no la carpa dudo que lo supiera, llevaba un bajo de línea adecuado, una caña potente y un carrete con un freno progresivo bien regulado, así que de nada le sirvió ni la primera, ni las otras sucesivas carreras, salvo para quedar, al cabo de casi diez minutos de tiras y aflojas, bien extenuada antes de entrar mansamente en un salabre en el cual casi no cabía.
Mientras la hacía unas cuantas fotos, por mi cabeza rondaba el no poder entender, de ninguna manera, que alguien pueda pedir el exterminio de tan bello animal. Ya que en su tiempo los hubo que, para eludir sus compromisos con la defensa del país, se declararon "objetores de conciencia", yo no dudaré en declararme "objetor de matar peces", a la mínima que alguna Ley llegase a exigir tamaña aberración a los pescadores.
Tras soltar a tan bello animal, comprendí que para esta "jornada reducida" de pesca ya estaba, como dice la popular frase, "to el pescao vendío". La una de la tarde en el reloj me vino a confirmar que el día, a nivel pesca, no iba a dar mucho más de si. Es más, en vez de pensar en que quizás a partir de esta captura, vendrían más, lo que pasó por mi cabeza no fue otra cosa que el admitir que la misma era más fruto de la suerte que de cualquier otro mérito por mi parte.
Todavía apuré la jornada hasta la dos menos cuarto, iniciando un tercer y último recorrido del escenario, pero pescando ya de un modo mecánico y carente de intencionalidad. Lances rápidos y andar por el río sin parsimonia, para volver a lanzar otra nueva granizada de ninfazos a la postura en donde había obtenido la única captura. La misma táctica cansina, esta vez llevada a cabo de un modo acelerado, no funcionó; el día había tenido muy escasa magia, y la poco que hubo la gastó una tan preciosa como rolliza carpa a la que, a buen seguro, debí de poner la ninfa en los mismos morros para que no tuviera que hacer esfuerzo alguno. Un esfuerzo que, dado lo frío, gris y apático del día, entiendo que no tuviese muchas ganas de realizar.
Por supuesto, llegamos a tiempo de ver la Rúa del Carnaval. Una tarde fría, como la de tantos otros Carnavales, en la que algunos y algunas no dudaron en desfilar bien ligeros de ropa. Personalmente, estos saraos me aburren muchísimo, todo y los más que insinuados encantos las bailarinas de las comparsas. Soy así de raro: me divierten cosas que a la mayoría de la gente la mataría de hastio, pero a mi hija le encanta la música y el baile. Tanto como a mi me fascina la música... y la pesca.
(1) Ver el artículo Jornada de Pesca nº 732 del 14/02/2015, en este blog.
(2) En español podría traducirse como "Truchas en lugares sucios", página web británica para promocionar la pesca de truchas y otros peces, generalmente a mosca, en entornos urbanos y suburbanos.
JORNADA DE PESCA Nº 781
Sábado, 6 de febrero de 2016
Temporada 2015 - 2016 - Nº 16
Zona libre sin muerte del Llobregat - ZLLSM-LL-32. Del puente de Mercabarna (El Prat de Llobregat) a la Riera del Morral del Molí (Abrera).
Río Llobregat
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Capturas: 1 carpa a ninfa
Equipo de pesca a mosca:
Caña: Adams - 9 pies - línea 8
Línea: Adams 8 WF - flotante
Carrete: Adams.
Climatología: nublado y frío
Caudal: bajo
Condiciones de vadeo: vadeable sin dificultad, siendo recomendable el uso de bastón de vadeo.
Hora de inicio de la jornada: 10,00 h.
Hora de finalización de la jornada: 13,45 h.
La música de hoy:
En esta ocasión no han habido audiciones de música clásica, debido a que lo corto del viaje desde mi casa a la zona de pesca, hubiese ocasionado tener que interrumpir obras de mi interés, dejando la audición incompleta. Así pues, preferí escuchar las noticias por la radio.
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