Un dia de lluvia de princio a fin. Algunos prefieren quedarse en casa, y otros siguen creyendo que pescar siempre es posible, y más desde que se inventó el gore-tex. |
Este hermoso barbo es sobrada recompensa a pescar tantas horas bajo la lluvia. |
JORNADA DE PESCA Nº 627
Por fin llegaron las lluvias, y lo hicieron de la mano de una tremenda borrasca que se cobró dos víctimas mortales en Andalucía, y otra más en Murcia. Por fortuna, en Catalunya no tuvimos que lamentar ni tragedias humanas ni destrozos materiales. En esta ocasión, la precipitación fué mansa pero intensa y constante, y sirvió para apagar la sed de nuestros bosques, campos y ríos después de un largo episodio de sequía.
Para no variar, el día en que estuvo lloviendo sin parar fue el sábado, en cumplimiento de la siempre odiada Ley de Murphy. O sea, que tras meses sin llover, o haciéndolo de modo inapreciable, tuvo que hacerlo en mi día de pesca semanal, y en esta ocasión sin posibilidad de poder cambiarlo por otro.
Supongo que para muchos mosqueros, un día de lluvia supone una buena ocasión para quedarse sentados al torno. Sin embargo, yo soy de aquellos que priorizan el ir a pescar por encima de otras consideraciones, y la experiencia me ha demostrado que no debemos desdeñar a priori los días lluviosos, y más cuando a lo largo de años me he llevado auténticas sorpresas en días en los que muchos pescadores ni siquiera se acercarían al río. Este sábado, último de septiembre, no iba a ser una excepción.
No eran aún las ocho y media de la mañana, que ya me estaba cambiando en el mirador del río, junto a la gravera, en el Coto de Oliana. Aún no llovía, todo y que las calles del pueblo estaban mojadas por algún chaparrón caído no hacía mucho rato. El río bajaba limpio y con un caudal muy confortable para vadear y pescar... ¡había que aprovechar la oportunidad para echar la caña, antes de que las meteorología complicase las cosas!.
Confiado en poder volver en una rápida carrera al coche si fuera necesario coger el impermeable, me fui "a pelo" a probar las corrientes que desembocan en la archifamosa "poza de la gravera". La entrada no pudo ser más triunfal: a los pocos varazos, recibí una picada brutal de "algo" que se desclavó al instante, y no había hecho ni tres lances más que otro monstruo subacuático engullía mi ninfa, y de un tirón se llevaba río abajo toda la línea y tres cuartas partes del backing.
Tardé un buen rato en poder ver que era aquella bestia, que resultó ser un enorme barbo que presentó una pelea titánica de casi media hora, con momentos de auténtico derroche de adrenalina al sujetarlo al límite, con toda la caña flexionada para que no huyese definitivamente hacia la otra orilla, y se enmarañase entre troncos varios o se hiciese fuerte tras un gran piedra. Mientras la pelea continuaba, se puso a llover, primero plim, plim, luego plim, plim, plim y al final empezó a jarrear, como dicen en el norte, y para cuando pude echar aquella tremenda bestia en el salabre estaba yo completamente empapado, y el monstruo fluvial demasiado exhausto para perder demasiado tiempo con milongas, así que sin tan solo medirlo, ni mucho menos hacerle una foto, todo fue liberarlo con sumo cuidado, cercionándome de que nadase correctamente en pos de su bien merecida libertad. y salir por patas hacia el coche para cambiarme de ropa y enfundarme el impermeable.
Mientras me cambiaba, amainó un poco, y en ese momento llegó Ramon Mena, ese gran caballero de la pesca, mentor y maestro de varias generaciones de pescadores a mosca de nuestra comunidad autónoma, y pude tener el placer de saludarlo tras largo tiempo de no saber nada de él.
Parece ser que para Ramón tampoco es desdeñable el pescar en un día lluvioso, y menos aún cuando el río ni tan sólo se había ensuciado. Fue a cambiarse unos metros más arriba, y yo seguí cambiándome por segunda vez en ese día y rehaciendo aparejos. Al cabo de un rato, me lo encontré ya metido el también en el río, y estuvimos pescando un rato juntos, durante el cual no tan sólo dejó de llover, sino que también empezaron de nuevo las emociones.
Pescando junto al chorro de salida de agua de la antigua piscifactoría, trabé pelea con una gran trucha arco-iris, que me ganó la partida al conseguir meterse entre unos troncos y cortar la línea. Esto no me desanimó, y viendo un reflejo dorado patrullar una pequeña corriente posterior al chorro, peiné laa misma con insistencia intentando buscar la deriva más natural posible de la ninfa hasta que ¡por fin! conseguí la picada de otro barbo, no tan grande como el primero, ni afortunadamente tan combativo, que logré meter en el salabre tras
una pelea menos adrenalínica que la primera del día.
Por suerte, esta vez estaba conmigo Ramón, y me hizo una foto con el bravo y alargado ciprínido antes de devolverlo, alegre y juguetón al agua. Todo y que no soy muy amigo de publicar demasiadas fotos de peces en el blog, esta vez he hecho una excepción, más que nada para ver si muchos pescadores se animan a aceptar el desafío de pescar en días lluviosos, y también el de pescar barbos, auténticos cohetes con bigotes, que para mi tienen tanto o incluso más valor que pescar truchas, máxime cuando un gran porcentaje de pintonas y mikiis de este coto del Segre, por grandes que sean de tamaño, en algún momento de su vida han sido animales de granja, mientras que los ciprínidos han nacido en el mismo río, y han sobrevivido a los peligros de la depredación en un ambiente tan hostil , sobre todo en los primeros tiempos como alevines altamente vulnerables.
Tras un rato de tertulia con Ramón, al que además tengo que darle las gracias por haber encontrado mis gafas-lupa extraviadas en uno de mis habiatuales momentos de extremada torpeza, cada cual fue a pescar a una latitud distinta del coto. El se quedó un poco antes de la poza de la gran piedra, y yo subí a tabla que hay en el Camí de l´Oliva.
Oyendo tronar a lo lejos, y viendo el cielo cada vez de un gris más oscuro, quise "asegurar el tiro", y me fui directamente a pescar arrimado a la orilla de enfrente, en donde tantas picadas había tenido los dos primeros sábados de este mes. Tras un largo lapso de inactividad, de pronto tuve la picada de ¡otro gran barbo!, pero esta vez fue "visto y no visto", pues el bigotudo me pilló desprevenido y no pude evitar que como una exhalación se metiese bajo unos troncos. Tiré con insistencia, en una apuesta desesperada por el "todo o nada", pero lo único que recuperé fue mi bajo de línea cercenado y muy erosionado, señal inequívoca de que el barbo se había hecho fuerte tras un tronco y este había segado el bajo de línea.
Tras este episodio de "Barbo Wars", comenzó a llover nuevamente, y desde lejos oí a Ramón despedirse, y le vi cruzar el río para ganar la orilla de la pista. Todo y la lluvia, seguí pescando casi una hora más, aguantando un auténtico chaparrón, con la esperanza de volver a trabar combate con otro barbo, la cual no era nada infundada, debido que ante mis morros, se estaba moviendo en la escasa profundidad de la tabla no uno, ni dos, sino un auténtico rebaño de ellos. Alguno incluso volvió a girar cola interesado por mi ninfa.
Estaba visto que lo que no consiguiese la poca cordura del pescador, lo conseguiría su falta de pericia. Creo que hubiese estado bajo esa auténtica ducha horas y horas, embobado por el parsimonioso hociquear de tan grandes y bellos ciprínidos, si no fuera porque en un mal lance se me enredó el aparejo y quedó tan liado que provocó en mi un ataque de pereza, pensando que tendría que deshacer todo aquel lío, y mas bajo la lluvia,. Esta y no otra fue al final la causa de dar por finalizada la jornada de pesca a la inusual y temprana hora de las dos menos cuarto de la tarde.
Esta vez, no había posibilidad de cambiarse y guardar trastos a cubierto, por lo que comenzó para mi una nueva aventura: la de conducir medio despelotado y con la calefacción puesta hasta la gasolinera abandonada de Cabanabona, pasado ya Ponts, en donde por fin pude cambiarme de ropa y poner a secar. como pude, impermeable, caña, vadeador, cajas de moscas e incluso la cámara de fotos.
Con esta breve, pero emocionante jornada, termina la Temporada de Salmónidos 2012, al acabar a su vez la prórroga sin muerte de septiembre en la baja montaña. Todo y así, he de confesar que "de facto" la temporada terminó para mi, y creo que para muchos otros pescadores, a principios del pasado mes de Julio, cuando la implacable sequía hizo muy difícil pescar los cotos de las cabeceras de nuestras cuencas. Desde aquel entonces, he estado pescado cotos intensivos, situados por debajo de los grandes pantanos: por lo menos allí ha corrido el agua a lo largo del verano, y peces no han faltado. Como suele suceder en estas fechas, algunos comenzarán la cuenta atrás hasta marzo del año que viene, y otros, el próximo sábado, con el permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, volveremos a pescar.
JORNADA DE PESCA Nº 627
Sábado, 29 de septiembre de 2012
Temporada 2011 - 2012 - Nº 46
Temporada de Salmónidos 2012 - Nº 27
Coto de Oliana Intensivo S. M.
Río Segre
Pescador:
Ferran RUBINSTEIN
Capturas: 2 barbos a ninfa
Climatología: nublado con lluvia persistente,de débil a moderada, a lo largo de la jornada.
Hora de inicio de la jornada: 09,15 h,
Hora de finalización de la jornada: 13,45 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 3
Anton Rubinstein.
Concierto para violoncello y orquesta nº 1
Concierto para violoncello y orquesta nº 2
Joachim Raff
Viaje de vuelta:
Sinfonía nº 2
Robert Fuchs
Concierto para piano y orquesta nº 3
Concierto para piano y orquesta nº 4
Anton Rubinstein.
Líneas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN