"Si, al igual que yo, sois de los que creeis que tenéis poco que enseñar, mucho que aprender y aún más que compartir, éste es vuestro blog".

sábado, 16 de octubre de 2010

JP-544. COTO DE ALFARRÀS.













JORNADA DE PESCA Nº 544




Con la llegada del otoño, vuelven las hojas de los árboles a amarillear, el trajín de madrugada de los cazadores con sus remolques de perros, los boniatos y las castañas a asarse a la vera del fuego y... las jornadas de pesca excelentes y productivas en el coto de Alfarràs.
Aún no habia amanecido, y ya estaba un servidor rumbo a La Panadella, parada y fonda en mis viajes de pesca hacia las comarcas de Lleida, bajo uno de esos firmamentos claros y tachonados de estrellas que tanto me gustan. Como no, escuchando la Sinfonía nº 3 de Anton Rubinstein.
Tras el primer café del dia, imprescindible para despejarse y ahuyentar el frio de la madrugada (ayer ya estábamos sólo a 5 grados en La Panadella, a las siete de la mañana) tuve la placentera experiencia de atravesar el Pla de Lleida con las primeras luces del dia escuchando las Rapsodias para Violín de Béla Bartók: una música áspera, angulosa y disonante, inspirada en el folkolore de la Hungría rural. La insistencia de los medios, y la aceptación borreguil de tópicos, está llevando a nuestra sociedad a la uniformidad incluso en criterios de valoración estética de paisaje. Parece ser que si no se trata de montañas y glaciares, nieves perpetuas, bosques de abetos, vertiginosas paredes de roca o bahías en donde se aparean la ballenas, ya no hay paisaje digno de admirar. Sin embargo, a mi –y a mas gente de la que pueda parecer- nos siguen cautivando la belleza humilde de muchos más escenarios: las llanuras cerealistas, los campos de frutales, las “sierras pobres”, de escasa altura y matorral ralo, entre otros ejemplos. Es por ello que ayer disfruté enormemente del viaje hasta Alfarràs, y de los extraños matices que puede tener el entorno rural bajo esa luz casi irreal del amanecer otoñal, todo ello compartido con esa música tan rústica y tan arraigada al campo y a sus gentes como son tantas obras de Béla Bartók, compositor cuyo nombre, todavía a fecha de hoy, hace temblar y resoplar a las audiencias más convencionales y tristemente encasilladas en la melodía “cantabile”.
Quiso la suerte que ayer, de un modo inesperado, pudiera compartir la jornada de pesca con dos pescadores realmente excepcionales: Antonio Grados “Tonipintor” y Victor Lázaro “Víctor el de León”. Que coincidiera con Toni, no es tan extraño, pues cuando sus obligaciones de entrenos y competiciones se lo permiten, siempre se escapa a Alfarràs. Que me encontrará a Victor allí, ya no es tan usual, pues casi siempre había coincidido con el por el Berguedà.
Ya tan sólo por eso, por compartir rio y caña con uno de los grandes de la competición y un innovador nato, como es Toni y con un pescador con más de cuarenta años de experiencia, muchos de ellos pescando en los rios míticos de León, como es Victor, ya hubiese valido la pena madrugar y hacer dos horas de viaje.
Precioso dia de pesca, de esos que te quedan grabados en la memoria de tus mejores recuerdos: sólo se podria definir así el dia de ayer. Aprendí muchas cosas, pero sobre todo nos divertimos mucho, y todo y a pescar los tres juntos capturamos y soltamos truchas hasta el aburrimiento.
La acción de pesca la iniciamos Toni y yo. Victor estuvo casi dos horas sin pescar, haciendo fotos, grabando pequeños videos y conversando con nosotros. Es un hombre muy tranquilo, pescador de los de “toda la vida”, y nunca tiene prisas por pescar.
Durante la primera hora larga, Toni me estuvo haciendo “training day”, sobre mejora de detección de picadas pescando a ninfa largo, con mucha linea en el agua y sin tener que recurrir al señalizador.
Después, abandonamos la zona de corrientes vivas en donde había estado entrenando, y fuimos a pescar a otra zona del rio, la cual hacía cinco temporadas que no visitaba (realmente los nueve kilómetros de coto que tiene Alfarràs dan mucho de si), a la que me solía llevar hace años el que fue mi primer maestro en esto de la pesca a mosca: mi amigo Joan Navarro.
Era ya media mañana, y disipada la bruma de primeras horas, lucía un sol estupendo, aunque el forro polar no sobraba. Cercano el mediodia (realmente, las diez en hora solar) y con alguna que otra ceba esporádica, llegó el momento de pescar a tándem.
Aquí fue en donde Antonio nos deleitó con una auténtica exhibición de clavar peces, como suele ser su costumbre. Incluso, me fue “chivando” las truchas –“Ferran, pasa la ninfa por ese blando de corriente”, “Ferran no te dejes por pescar ese lateral”, “Ferran, a la salida de ese chorro hay una trucha”- y como si fuera por arte de adivinación, todo era seguir sus intrucciones y tener una trucha prendida al otro extremo de la linea.
Tras casi dos horas clavando truchas sin parar, la mayoría de ella arco-iris veteranas y las menos “gallinas muñonas”, Antonio –que conoce el coto como la palma de su mano- nos dijo que entrábamos en una “zona fario”, es decir en uno de esos sectores del rio en donde suelen haber farios nacidas en el mismo rio, e incluso supervivientes de repoblaciones de hace mucho tiempo. Al poco, Antonio capturó casi seguidas un par de “farietas” muy simpáticas. A mi estuvo a punto de tocarme la lotería, pues entablé batalla con un señor truchón fario, que perdí por mi habitual torpeza (o por los nervios de pensar en poder hacerle una foto a esa “belleza con pintas”). Y finalmente Victor se llevó la estéticamente mejor trucha de la jornada al ensalabrar una pintona preciosa, engañada por una microninfa de inspiración Leonesa, con la que nuestro amigo ha tenido éxitos en el Esla y el Porma, entre otros rios míticos.
Pasadas las dos de la tarde, Antonio y Victor se quedaron haciendo “estragos” con la seca en una badina en donde las arco-iris parecían haberse vuelto hiperactivas. Sin embargo, en aquella postura, tres si que eran multitud para pescar, así que aproveché la coyuntura para escapar al coche en busca de un refresco, y a zamparme un bocadillo de “bull blanc”a modo de tentempié.
Además, tenía que reponerme del susto, pues poco antes de toparnos con las truchas hambrientas de efémera (esa olivita alfarraseña, tan pequeñita y tan exquisita, mmmmm, mmmmm), tuve un pequeño accidente, al resbalar en un improvisado puentecillo sobre una acequia y quedar clavado hasta más arriba de la cintura en barro pestilente. Suerte que Antonio está también expecializado en sacarme de aprietos –como en el dia del Ratavilla- y entre el y Victor consiguieron sacarme de esa inesperada trampa.
Terminado el bocadillo, y visto que mis compañeros seguían encegados pescando a seca, maté un poco el rato pescando a tándem por las corrientes cercanas a donde tenía aparcado el coche. Capturé cuatro truchas más en poco menos de un cuarto de hora, pero con una gran sorpresa: una de ellas tenía una herida enorme en la cola, era evidente que alguna garza, martín pescador o algún otro depredador, había intentado darse un festín con ella.
Mis compañeros volvieron muy contentos: habían capturado y soltado un montón de truchas más a seca, pero incluso se había llegado a aburrir de lo previsible del comportamiento de las mismas. Por suerte, y no mucho más tarde, tanto Antonio como Victor se enfrentarían a peces mucho más selectivos.
Eran ya las cuatro de la tarde, y Antonio propuso bajar rio abajo, a probar en un sitio en donde las truchas suelen estar activas hasta el anochecer. Quedándome sólo una hora y poco de pesca, y en otras circunstancias, me hubiera quedado a matar el último rato en donde estaba (al fin y al cabo, estaba capturando truchas, y no tenía que molestarme en salir del rio, y tendría el coche la lado, etc.), pero por esta vez, vencí la pereza y el conformismo, y me tomé la molestia de acompañar a mis compañeros, para ver más que nada si aprendía alguna cosa más. La verdad es que no salí defraudado: Antonio me estuvo instruyendo a utilizar los poderes de una “estrinfa”, en derivas larguísimas y abarcando mucho agua.
Finalmente, cuando Victor y yo ya estábamos a punto de recoger bártulos, Antonio nos deleitó con varias capturas seguidas de truchas que estaban tremendamente resabiadas: unas con secas diminutas muy bien presentadas, y otras con una microninfa (yo creo que “eso” era un femomeno paranormal montado en un anzuelo del 22), a la que hacía “bailar” como una emergente sobre la trucha cuando pasaba por encima de su posición. Vuelta a casa: el mismo cuadro, pero pintando por otro artista. Esta vez, campos y pueblos, tierra parda de otoño y olor a fogatas, y en el equipo del coche las Sonatas para Piano nºs 1 y 2 de Anton Rubinstein, todo energía, pasión y el “mas difícil” todavía en el teclado. Conduciendo, un hombre feliz de que la vida la conceda privilegios tales admirar paisajes y músicas, y poder estar –muchas veces, como es el caso de este sábado, en buena compañía- en ese lugar mágico que se llama rio.



TEMPORADA 2.010 - 2.011 - Nº 3

Sábado, 16 de Octubre de 2.010


TEMPORADA COTOS INTENSIVOS DE SALMÓNIDOS 10-11 Nº 3

Coto de Alfarràs
Rio Noguera-Ribagorçana
Capturas:

Pescador: Ferran RUBINSTEIN: 19 truchas arco-iris a ninfa

Pescador: Antonio Grados “Tonipintor”: cuando me he marchado a las 17,00 h. Llevaba 57 truchas. He perdido la cuenta de cuantas a seca y cuantas a ninfa, y sé que ha sacado unas cuantas fario.

Pescador: Victor Lázaro: no cuenta nunca la truchas, pero entre Antonio y yo hemos contado más o menos treinta, incluyendo una hermosa fario de más de 40 cms. Ha sacado muchas a seca.




Climatología: soleado y fresco.

Hora de inicio de la jornada: 09,45 h.

Hora finalización jornada: 17,00 h.

La música de hoy:

Viaje de ida:

Sinfonía nº 3
Sonata para Piano nº 1
De Anton Rubinstein

Rapsodia para violín y orquesta nº 1
Rapsodia para violín y orquesta nº 2
De Béla Bartók

Viaje de vuelta:

Sinfonía nº 1
Sinfonía nº 2
De Robert Füchs

Sonata para piano nº 2
De Anton Rubinstein

Obertura “MacBeth”
De Joachim Raff


Lineas Tensas!



Ferran RUBINSTEIN.

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