Estas son las bellas truchas del verano, de un río que tanto quiero, en un país que no existe, salvo en mi imaginación. |
JORNADA DE PESCA Nº 756
Después de que el martes de la segunda semana de agosto, el aluvión de agua turbia se llevase la magia de este verano en Oliana río abajo (1), creí llegada la hora de un cambio de aires de cara a mi siguiente jornada de pesca.
Por otra parte, ya hacía días que venía sintiendo ese nostalgia de mi pequeño país de pesca, esa que siempre siento cuando pasa un tiempo que no voy a pescar al río que lo atraviesa y vertebra; uno de modesto y denostado por los exigentes puristas de la pesca a mosca, pero que ha sido, y sigue siendo, el río de mi vida.
Este pequeño país no tiene fronteras fijas, ni sale en los mapas como una entidad propia, ni política, ni geográfica. Lo único cierto de él, es que lo atraviesa, de norte sur, el Llobregat, un río aparentemente cansado y fatigado, constreñido en un rosario de presas y canales. Uno sabe cuando entra en este país porque. independientemente del tiempo que haga, y de la estación del año que sea, siente una extraña sensación en el estómago, algo así como un placentero cosquilleo que te hace notar que acabas de llegar a casa (olmo que baila, a la luz del alba de una y muchas primaveras, al son de la música de Martinú; brillo plateado de luz de una farola oxidada en el muro de una fábrica abandonada; sombra de trucha entrevista desde un puente que se cae de añejo; aliso ¿o sauce? que murmura al viento los incontables nombres de aquellos que pescaron las aguas que bañan sus raíces, chimenea sin humo, telar polvoriento, camino que un dia fué vía de un ferrocarril que transportaba negro carbón y vidas anónimas...). Generalmente, esa sensación suele comenzar a percibirse muy cerca de los aledaños de Puig-reig, mas o menos a la altura de la Colonia Vidal, y no me abandona hasta que en la entrada del tunel de Berga el Pedret queda a mi espalda, y al salir del mismo ya no habrá río, sino pantano. Curioso país este, que coincide con la sub-comarca del Baix Berguedà. Hacia el norte, la comarca oficial se vuelve escarpada y agreste: los huesos mismos del planeta rasgan la tela de bosques y praderas; las montañas siempre imponen, despiertan el asombro del urbanita, encogen el alma del timorato y desafían, a veces con mortal engaño, la soberbia del imprudente. Sin embargo, yo que he subido muchas montañas a lo largo de mi vida -muchas mas que mucha gente que, en esta era de autobombo mediatico de red social, se autotitula montañero o alpinista- , he padecido sus rigores y he derramado copioso sudor e incluso sangre en las mismas, no dejo de sentirme mucho más cómodo y feliz en esa campiña fluvial, de bosques, granjas, huertos y fábricas abandonadas, por la que discurre un río que hizo mover, en tiempos pretéritos, la maquinaria de un pasado industrial, que consituía el pan de mucha gente humilde, hacendosa y trabajadora.
El incremento de la actividad tormentosa fue notable a partir de la segunda semana de agosto, ecuador de mis vacaciones de verano, y llegó a su punto álgido a lo largo del fin de semana de la Virgen de Agosto, con profusión de precipitaciones, muchas de ella con granizo, que causaron incluso inundaciones en algunos puntos de la geografía del Principado. En mi retorno a mi país imaginario, pero pescando un río real, iba a vérmelas con una buena tormenta a mitad de la jornada, pero ello no fue impedimento para que dsifrutase de un muy buen día de pesca.
Todo y llover con ganas, por toda Catalunya, el dia antes y la noche precedente, este hecho no me hizo desanimar de emprender viaje al pequeño país del río de mi vida, al que llegué de buena mañana, bajo un cielo encapotado y amenazador, que presagiaba lluvia, en un principio, para muchas horas.
Mi intención inicial, era pescar una de las tres zonas libres sin muerte que hay a lo largo del Llobregat en esta sub-comarca, y ponerme en ello poco después de las ocho de la mañana, lo más tardar. Sin embargo, elegida la zona libre sin muerte en cuestión, que de un modo evidente, y como es costumbre, no diré cual es, no pude salir del coche y cambiarme hasta cerca de las nueve, debido a un episodio de lluvia que se inció mientras me estaba cambiando de ropa.
Por contra de lo que esperaba, el río no bajaba ni sucio, ni alto. El color, de un tono verdoso, era el habitual por estos pagos, y el caudal podía decirse que era medio-bajo. O sea, que las precipitaciones del dia anterior debieron de ser poco importantes, tanto en la parte baja de la comarca como en las montañas, ya que si hubiese llovido con profusión en las altas sierras del Cadí y del Moixeró, el canal industrial de Berga hubiese transportado el agua chocolateada hasta más abajo del pantano de La Baells, donde se ubica su salida.
Las circunstancias aun se pusieron mas favorables para pescar, cuando una vez terminada la lluvia, salió el sol; un sol que se alterno, a lo largo de la mañana con el paso de nubes y breves y esporádicos episodios de llovizna.
Durante las horas de la mañana, y hasta cerca del mediodía, estuve faenando en un escenario de corrientes moderadas. Al poco de comenzar, ya me quedó claro por donde iban a ir los derroteros de la jornada. Pescando con un par de ninfas, no obtuve ni una picada "de cara", pero tan pronto como las mismas ganaban la deriva baja de la corriente, se sucedieron las picadas de una, dos y hasta tres truchas, a la imitación de cola de aparejo, que no supe resolver al no darme tiempo ni a clavarlas. A la cuarta picada ¡por fin! se rompió el gafe, o estuve menos torpe y más atento, y se evitó el bolo a costa de una preciosa trucha fario, de unos 25 cms., con toda la pinta de ser un ejemplar procedente de repoblaciones en el coto intensivo que hay río arriba, cosa muy habitual en estas zonas libres sin muerte berguedanas.
Visto lo visto, tocaba adaptarse al gusto de las "señoritas", así que rehice el terminal, y lo adapté para pescar derivas corriente abajo, con un tándem compuesto de una ahogada leonesa de color naranja (butano), bailando a ras de superficie, y un pequeño perdigón de color rojo intenso y chillón. Los efectos del cambio surtieron efecto, y así pescando aguas abajo, y de paso aprovechando para practicar el lance snap (siempre es buen momento para sacar linea del carrete, aunque muchos, de tanto pescar al hilo, ya no saben ni de que color es la suya), fui capturando truchas fario, cinco a ninfa y dos con la mosca ahogada, a lo largo de una mañana nublada y casi otoñal, en la que se fueron abriendo claros hasta llegar a un mediodía soleado y veraniego.
Nunca deja de sorprenderme, cuando visito alguna de estas zonas libres sin muerte, la variedad de truchas que llega a haber. Aparte de jaramugos, o ejemplares juveniles, de trucha fario atlántica, también tuve la suerte de pescar algunas de tamaño un tanto mayor, con una librea más plateada y menos pintas, posiblemente descendientes de las autóctonas del río, que pueden haber bajado desde la cabecera, gracias a que el canal industrial les ha traslocado más abajo de esa barrera artificial que supone la presa del pantano de La Baells.
Pasado el mediodía, consideré que tenía ya muy quemada la postura, y que convenía dejarla descansar, así que fui a probar suerte río abajo, a un improvisada poza que ha generado, de medio año a esta parte, un arbol caído y cruzado en medio del cauce. Por el camino, al estar pendiente de algo más que no fueran las truchas, me di cuenta de que unos gruesos nubarrones se acercaban: un gran cumulonimbo como base de una elevada torre blanca, rematada por un capitel en forma de yunque, y una panza de un violeta oscuro: presagio de tormenta en poco rato.
En la improvisada poza del árbol caído, opté por pescar con ninfas más convencionales, dada la relativa profundidad de la misma, pero las picadas llegaron enseguida también aguas abajo, dragando ambas o casi, por parte de truchas que estaban refugiadas bajo el ramaje sumergido del aliso aprendiz de dique. Enseguida, dos farios, de relativo poco porte acabaron en el salabre.
Returmbar de truenos más cerca de lo que pensaba.Comienza a lloviznar. Picada brutal, otra vez bajo la barricada arbórea, y una buena trucha fario, de un poco más de 35 cms. que tras una pelea enconada entra en la red. Comienza a llover con ganas, pero me resisto a irme. Me deslumbran varios relámpagos y un fuerte trueno semeja la rotura de la barrera del sonido por parte de un avión supersónico. Entonces, me doy cuenta de que llevo un auténtico pararrayos, hecho de fibra de carbono, en la mano, en forma de caña de pescar. Arrecia la lluvia. Por fin, soy consciente de que la cosa va en serio, y de que la tormenta me ha alcanzado, así que si no quiero ducharme vestido o terminar mis días electrocutado, no me queda otra que salir del río, e intentar alcanzar el coche, que por suerte no tengo demasiado lejos.
Todo fue meterme en el coche, con la ropa, por suerte, no demasiado mojada, y comenzar a diluviar. Más de media hora larga duró el aguacero, tiempo que tuve que aguantar dentro del vehículo haciendo esfuerzos físicos y mentales por no orinarme encima, dado que había pospuesto la micción antes de pescar la última postura, confiando en no tener problemas de hacerla en la orilla del río.
Tan pronto como remitió el intenso chaparrón, salí a aliviar la vegija. Como sucede a menudo, en estos episodios de tormenta típicamente estivales, todo fue aflojar la lluvia y abrirse rápidamente claros, y en menos de diez minutos volvía a lucir un sol espléndido. A lo largo de las primeras horas de la tarde, irían y vendrían más nubes, unas más densas y grises que otras, pero ya no volvería a llover, cosa que facilitó no tan solo una recta final de jornada con más capturas, sino también acceder al confort de cambiarse de ropa en seco, sin tener que hacer contorsiones dentro del coche.
Cayendo agua como había caído, temía tener que dar la jornada por finiquitada a hora inusualmente temprana, pues imaginaba que el río se habría ensuciado... pero no, esta vez no fué así, prueba de que el alcance de la tormenta fue muy local, y que seguramente el diluvio en la zona donde estaba pescando quizás habría sido poco más que un chaparrón anecdótico unos cuantos kilómetros río arriba.
Para acabar de pasar las últimas horas de la jornada, volví a la postura que había pescado, de modo tan productivo, por la mañana. Una vez allí, en vez de reiterarme en la pesca ligera con el tandem de ahogada y perdigón, probé a pescar "al agua" con un tricóptero, a ver si alguna trucha se animaba a subir a darle un bocado a la mosca veraniega por autonomasia. La verdad es que hasta ese momento apenas había visto eclosión alguna; como mucho, una muy breve de ignitas, que no obtuvo respuesta alguna por parte de los peces, además del vuelo de algún que otro díptero terrestre, que tampoco suscitó ningún entusiasmo gastronómico.
Aguas arriba, aguas abajo, bailando la polka (2), o el baile de San Vito(3), en forma de alocada tarantella (4) en el rizo de la corriente, o intentando rasgar la película superficial del agua, tratando de seguir el rapidísimo Scherzo de Litolff (5) en los blandos laterales, los varios tricópteros que probé no lograron arrancar ninguna picada a las truchas que horas antes se pirraban por la ahogada leonesa y por el diminuto perdigón. Momento, pues, de apearse del burro, y volver a lo seguro, así que ¡media vuelta, ar! y de cara hacia donde la corriente se pierde de vista, para volver a pescar con el mortal combinado de moscas.
Como por arte de encanterio, la respuesta de las truchas a la pesca aguas abajo con ahogada y microninfa no se hizo esperar, y esta última manga de la jornada terminó a las cuatro y media, con la captura de cuatro farios más, dos a ninfa y dos con mosca ahogada. Podría haberme quedado más rato a pescar, pero el dolor de lumbares, y los gruñidos de hambre de mi estómago terminaron por convencerme de salir del río; al fin y al cabo, estaba muy satisfecho del resultado de un día en el que, por cierto, y como suele suceder en algunos
rincones recónditos de las zonas libres sin muerte del Llobregat, no había visto ningún otro pescador.
Las nubes oscuras, preñadas de lluvia quedan lejos en el horizonte. El sol de una calurosa tarde de verano cae a plomo sobre el coche, cuyo interior parece un horno nada más abro la puerta. Me embadurno las manos con Brummel, el "aroma de la victoria", pero me cuesta reconocer su aroma, a medio camino entre el perfume de un ligón casposo y el de un abuelo que evoca nostalgias en un banco salpicado de cagadas de paloma. Esto es normal en verano, pues con las altas temperaturas todo se desvirtua, y llega un momento que, por lo menos a mi, nada me sabe o huele igual. Me deprime pensar que la siguiente semana será la última de mis vacaciones, pero mi cuerpo y mi mente están ya muy cansados de este largo e interminable estío de sudor e insomnio. Por suerte, el limpio cielo azul que ha quedado tras la tormenta del mediodía me ha evocado el anhelado otoño, estación en que, mientras muchos rastrillarán bosques en pos de setas, otros pescaremos en una época del año muy propicia para la pesca. Cuando llegue, y tarde o temprano lo hará, no faltaré a mi cita de cada otoño en un río Llobregat en su mejor momento para ser pescado, en ese país que tanto quiero, pero que solo está, como tal, en mi imaginación.
(1) Leer el artículo Jornada de Pesca nº 755, de 11 de agosto de 2015, en este blog.
(2) Baile checo con compás ternario (3/4), que frecuentemete es confundido con la polka-schell o el gallop, bailes más rápidos de compás 2/4.
(3) En este caso, me refiero a la Coreomanía, o manía de bailar, un fenómeno social localizado entre los Siglos XV y XVII, definido como una enfermedad psicogénica colectiva, causada por la ingesta del cornezuelo del centeno.
(4) Baile popular del Sur de Italia, cuyo nombre proviene de tarántula o araña, ya que la coreografía imita los aspavientos que se hacen para ahuyentar a uno de esto bichos.
(5) Segundo movimiento, Scherzo: Presto, del Concierto Sinfónico nº 4 (para piano y orquesta) de Heny Litolff.
JORNADA DE PESCA Nº 756
Jueves, 13 de agosto de 2015
Temporada 2014 - 2015 - Nº 37
Temporada de Salmónidos 2015 - Nº 22
Zona libre sin muerte del Llobregat - El Berguedà
Río Llobregat.
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Capturas: 9 truchas fario a ninfa y 4 truchas fario con mosca ahogada .
Equipo de pesca a mosca:
Caña: Vision GT four - 9 pies - línea 5
Línea: Adams 6 WF - flotante
Carrete: Adams
Climatología; mañana de nubes y claros con llovizna; episodio de tormenta al mediodía con apertura de claros por la tarde. Temperatura templada hasta el mediodía y calurosa por la tarde.
Caudal: medio-bajo
Condiciones de vadeo: vadeable sin mucha dificultad, siendo recomendable el uso del bastón de vadeo .
Hora de inicio de la jornada: 09,15 h.
Hora de finalización de la jornada: 16,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 6
"Una fiesta eslava"
Alexander Glazunov
Concierrto para violoncello y orquesta en "DO" mayor
Eugen d´Albert
Viaje de vuelta:
Concierto para violín y orquesta
Scherzo para orquesta
Hans Pfitzner
Obertura "Dmitriy Donskoy"
Anton Rubinstein
Líneas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
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