La última fario del año 2015. La primera del 2016 llegaría solo seis días más tarde, pero eso ya es otra historia que os contaré en su momento. |
JORNADA DE PESCA Nº 777
Todo y que el desvede de los cotos trucheros, aquí en Catalunya, llegó unos pocos días antes de comenzar a escribir este artículo, el mismo hace referencia a una jornada de pesca situada a principios del invierno que, a día de hoy, está pronto a terminar.
Quizás, lo mejor que tiene esto de contar las aventuras y desventuras de los días de pesca con tanto retraso es, no lo dudéis, el que el artículo publicado no puede ser usado de modo especulativo por pescadores proclives a la pereza mental (o sea, de los que "a mi que me lo den todo hecho") o, en el peor de los casos, por furtivos que hagan mal uso de la información.
Ahora, ya con la distancia que marca el tiempo, os puedo decir que la jornada de pesca que nos ocupa transcurrió en la zona libre sin muerte del Ter, y no en el coto intensivo de Anglès, como se anunció en el avance del artículo que hice en Facebook la última semana de diciembre.
El motivo de esta "mentira piadosa", no era otro que no dar tanto que hablar con esa zona libre sin muerte en concreto, que se ha ido convirtiendo, con el tiempo, en un codiciado objeto de deseo de muchos pescadores, tanto legales como ilegales.
Sin embargo, os puedo bien asegurar que las mentiras pías se han acabado, por lo que a mi respecta, para con esa zona libre sin muerte en concreto, así como también todo intento por mi parte por la mantener la opacidad informativa respecto a la misma.
El motivo que me han llevado a tomar esta decisión ha sido el exceso, rayano al bombardeo mediático de fotos e incluso videos de esta zona en las redes sociales, hasta ultra pasar los límites de aquello que es cansino. Y, por favor, espero que nadie se atreva a insultar mi inteligencia y, creo que la de mis lectores, diciendo aquello de que "son solo fotos (o videos) y no se explica nada más", cuando a fecha de hoy, sobre todo en el mundo de la pesca, el mas tonto hace relojes y bien poco cuesta saber de que río se trata. Vamos a ver, si todo el mundo hiciera las fotos en "lugares sensibles" como las hago (mano, pez y agua como fondo, o como mucho un primer plano contra un impersonal muro de vegetación), seguramente se podría mantener la discreción que tantos exigen, pero como se ve que casi nadie está satisfecho con las imágenes fijas o en movimiento que cuelga si no es exhibiendo trofeos (eso si, con los brazos bien estirados), eso de no dejar cabos sueltos con respecto al documento gráfico va a ser muy difícil, máxime cuando salen en los mismos puentes, azudes, líneas de alta y media tensión, instalaciones deportivas fluviales... e incluso casas. O sea, todo aquello que es vulnerable de ser identificado, con una herramienta informática tan sencilla y tan al abasto de todos, como el Google-Maps.
Por el contrario, mis artículos, en los que por cierto ni se menciona el tramo concreto de río pescado y siempre cuentan con escaso material gráfico, a fin de que no robe protagonismo a la letra, son la antítesis de todo el batir del bombo mediático y el chocar de platillos de de las redes sociales, máxime cuando, desgraciadamente, la inmensa mayoría de usuarios, independientemente de sus buenas intenciones para con la información en ellas expuesta, prefiere la comodidad y el poco esfuerzo intelectual de la imagen antes que esforzarse en leer. Y no lo digo yo; a las estadísticas sobre pobreza lectora en nuestro país me remito. Al fin y al cabo "en este país, la gente no lee ni las etiquetas de los champús" (Karlos Arguiñano dixit).
Aparte de esto, quisiera utilizar este preámbulo del presente artículo para desmitificar un tanto esta zona en concreto. Es cierto que a lo largo de los muchos kilómetros de la misma (67 si contamos de la desembocadura al puente de Sant Julià de Llor, cerca de 20 si nos ceñimos a los que quedan dentro de las comarcas del Gironès y La Selva) hay truchas grandes. Pero también las hay de pequeñas, e incluso hay grandes tramos de la misma en que no hay presencia alguna de salmónidos.
Tampoco esta zona, valorada en toda su extensión, es un paraíso truchero como alguno piensa a tenor de las fotos y videos que ven en las redes sociales. Hay gente que la conoce bien, y hay gente que además de conocerla muy bien sabe pescarla aún mejor, y por eso sus resultados son espectaculares. Pero de ahí a pensar que, en este tramo del Ter, las truchas saltan fuera del agua a comer incluso las moscas que cuelgan del borreguillo del chaleco media un abismo.
Lo normal, para un pescador mediocre, como por ejemplo yo, que no frecuente con asiduidad la zona de marras, como es mi caso, es que obtenga las mas de las veces que va, salvo contadas excepciones, resultados que fluctúan entre lo discreto y lo pobre. Para muestra, un botón: seguid leyendo y veréis una jornada-tipo de las mías en esta zona en un día del recién estrenado invierno.
La jornada que ocupa esta crónica tuvo lugar el último domingo del año 2015, o sea tal día como un 27 de diciembre. En un principio, con el pavo, los canalones y los turrones saliéndome por las orejas, tras tres días seguidos de bacanal gastronómica (San Esteban es festivo en Catalunya), tenía previsto ir a pescar, precisamente a la zona libre del Ter, el lunes 28, día de los Inocentes, pero tuve que rehacer mis planes para acomodar en mi agenda un compromiso familiar, así que a contra pronóstico terminé pescando en uno de los días más inusuales dentro de mis posibilidades: un domingo.
Bajo un sol matinal bonancible, más típico de un día de mediados de otoño que no de casi las vísperas de Año Nuevo, me dí una buena caminata para llegar al río, desde un pueblo que ni tan solo es ribereño en donde había dejado el coche en lugar seguro, aprovechando la circunstancia para quemar las calorías innobles derivadas de la ingesta descontrolada de polvorones de Estepa, turrones de Jijona y "Panes de Cádiz", acumuladas durante los copiosos ágapes navideños.
Llegado al Ter, aquí más un río de llanura que ni tan solo de baja montaña, pude comprobar que el mismo magro caudal del coto de Anglès persistía muchos kilómetros río abajo, quizás con un ligero repunte al alza provocado, a buen seguro, por la aportación de agua de torrentes y algún que otro canal.
Algo, quizás un pálpito, una intuición o algo similar, me hizo pensar, nada mas meterme en el agua, que esta jornada de pesca sería de las de "para olvidar". Horas después, en una tarde vestida de negra noche, volvería a casa con la confirmación de que así fue. A veces, despreciamos con demasiada facilidad lo intuitivo en detrimento de lo racional y eso en pesca nunca debe hacerse: al fin y al cabo la pesca no es, afortunadamente, una ciencia exacta.
La tónica general del día, en lo que a acción de pesca se refiere, fue de aburrimiento. Un tedio causado tanto por la escasa actividad de las truchas, como por la falta de picadas. Quizás, la única bueno del día fue el poder pescar largo y lanzando, moviendo tanto pequeñas ninfas, como tándems o secas con ayuda de la cola de rata. Pese a lo bajo del caudal, la anchura de este río siempre permite pescar abarcando mucha lámina de agua. Posiblemente, me hubiera ido mejor faenar al hilo con caña larga, como está tan en boga entre la parroquia mosquera de unos años a esta parte, pero la verdad es que este tipo de pesca -que no niego para nada sea productiva- no me entusiasma demasiado por dos motivos: es poco ética y es demasiado posibilista. Me explico: esta carencia de ética no tiene nada que ver con quien la práctica (faltaría más) sino con la filosofía de la misma en si: por más que se lleve a cabo con una caña de mosca, al no ejecutarse acciones de lance con la cola de rata no se la debería considerar auténtica pesca a mosca, todo y que según en que escenarios a veces nos vemos obligados a pescar así aun y con la caña corta. El posibilismo deviene de que esta especie de híbrido entre la pesca a mosca y la pesca al tacto nació en el mundo de la competición, en donde lo que prima es pescar mucho, y la verdad es que yo no voy al río a pescar mucho, sino más bien a pescar como a mi me gusta y me satisfaga más... aunque pesque poco.
Tampoco es que a lo largo de la jornada me moviese mucho por el río. No es que "defendiese el fuerte" como en otros ocasiones y en otros escenarios, ya que no había ninguna actividad constante de los peces que justificase que no me moviese de una misma postura durante horas, pero tampoco es que me diera precisamente un palizón de andar y vadear. Con todo, el periplo río arriba se compuso de un parado de agua, una tabla de corrientes lentas, un batiburrillo de corrientes con muchas vetas, una corriente moderada y vuelta al parado de agua para acabar la jornada.
El bolo lo evitó una trucha pequeña, una fario de esas que hacen apenas un palmo, que tomó el perdigón de pequeño tamaño que estaba lanzando en el fragor de la corriente, tras haberlo enganchado varias veces en piedras y otros obstáculos sumergidos dado el escaso calado del escenario. Era ya casi el mediodía, y el simpático animalito fue a dar con mi ninfa en donde menos me lo esperaba.
Tras un largo silencio en superficie, por fin las pocas truchas dieron la cara por arriba a primera hora de la tarde. A pesar de contar con la ventaja de la corriente, que siempre enmascara presentaciones pésimas, y de que estaba seguro de que estaban cebándose a un bétido amarillento, no hubo manera de que le hicieran caso a mis moscas: ni cambiando de patrón, ni esmerándome en presentarlas haciendo las rectificaciones del bajo de linea que fueran necesarias: nada de nada. Hay momentos en que uno ha de tomar la decisión de o seguir estrellándose contra un muro o buscar mejor suerte en otra parte. Yo, decidí darle al muro con otro tipo de martillo.
La mejor hora del día, o por lo menos la mejor de los días del invierno, o sea esas "de una a dos" que muchos llaman "la hora del mosquito" la había dilapidado bregando contra peces que estaban muy, pero que muy selectivos. Cerca de las tres de la tarde, en esta época tan crepuscular del año uno cree que ya esta "todo el pescado vendido". La actividad de las truchas en superficie, que había sido más bien escasa, se ralentizó a la mínima expresión. Hubiera tenido que irme a buscar suerte a otra parte del río, pero... estaba demasiado cansado, sobre todo mentalmente, como para ir en busca de aventuras inciertas en las postrimerías de la jornada, así que sometí la postura a un auténtico, persistente y machacón bombardeo con ninfas super-ligeras, incluyendo algunas sin siquiera bola metálica, lanzándolas lo más lejos que podía, y dejándolas derivar hasta la misma dragada en busca de las picada que en superficie me fueron negadas.
Al machaque tuvo escasos resultado, pero al menos los tuvo: al final conseguí hacer entrar en el salabre un par de truchas fario más, la una de unos 30 cms. y la otra de un poco más, que enmascararon un poco los pobres resultados del día.
Los "minutos basura" de la jornada, o sea esa escasa última media hora en que ya pescas por pescar, más que nada por puro onanismo mental ("todavía hay partido", "ahora saldrá la grande que no he pillado en horas", etc.), la pasé intentando sacar algo de provecho de las esporádicas cebas que se dejaban ver en el parado de agua por donde había entrado al río. en la ya lejana mañana. El resultado: lo mismo que se comió Clavijo... y como dice el impagable Chiquito de la Calzada: Hasta luegorrrrr Lucas.
Esta elección de volver a este sitio fue determinante para la fatalidad que vino después: al salir del río, en medio de una orilla enmarañada de vegetación tropecé con una piedra que ni vi, no tuve los reflejos suficientes para poner los brazos de por medio a tiempo, y fui a impactar con el tórax en una roca, dándome un fuerte y doloroso golpe. Fue tal el dolor que incluso me mareé y por un momento creí que me había roto alguna costilla. Por suerte, la mucha ropa que llevaba amortiguó el impacto y evitó que la lesión fuera más allá de una fuerte contusión que. eso si, me mantuvo cerca de un mes dolorido y tomando ibuprofeno tres veces al día.
El dolor y el stress de la situación hizo que no tuviera humor ni para ir a merendar como es mi costumbre al acabar la jornada. Bueno, al menos esta vez tampoco lo eché de menos, dado el atracón de comida de las fiestas de Navidad... y el que me esperaba para ese Año Nuevo que quedaba a apenas cuatro días. Un nuevo año en el que tardaría bien poco en pisar el río con la caña en la mano y un fuerte dolor en las costillas, pero eso, queridos amigos, es otra historia y ya os la contaré en su momento.
JORNADA DE PESCA Nº 777
Domingo, 27 de Diciembre de 2015
Temporada 2015 - 2016 - Nº 12
Zona libre sin muerte del Ter
Río Ter
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Capturas: 3 truchas fario a ninfa
Equipo de pesca a mosca:
Caña: Vision GT-Four - 9 pies - línea 5
Línea: Adams 6 WF - flotante
Carrete: Sage 4550
Climatología: soleado y templado.
Caudal: bajo
Condiciones de vadeo: vadeo sin dificultad, siendo recomendable el uso del bastón de vadeo por lo resbaladizo de las rocas.
Hora de inicio de la jornada: 10,15 h.
Hora de finalización de la jornada: 16,45 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía en "RE" mayor
Luigi Cherubini
Obertura "Fausto"
Emilie Mayer
Obertura "Festiva"
August Klughardt
Viaje de vuelta:
Concierto para piano y orquesta nº 2
Concierto para violoncello y orquesta
Charles V. Stanford
Obertura sobre temas de marcha militar española
Mily Balakirev
"Coro de la Luna" (de la ópera "Las alegres comadres de Windsor")
Otto Nicolai
Líneas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.