"Si, al igual que yo, sois de los que creeis que tenéis poco que enseñar, mucho que aprender y aún más que compartir, éste es vuestro blog".

miércoles, 9 de diciembre de 2015

JP-775.FARIOS DEL LARGO PUENTE DE DICIEMBRE, Y UN POCO DE REFLEXIÓN SOBRE NUESTRAS ZONAS LIBRES SIN MUERTE. Sábado, 05/12/2016


Sorpresas plateadas, pero farios al fin y al cabo, esperan en el Llobregat a aquellos que no desdeñen pescar en aguas turbias. 


Pequeña, pero coqueta, fario de aguas quietas.
Si el sol asoma a media mañana, y las efémeras eclosionan, no es raro que a primera hora de la tarde alguna trucha de las zonas libres del Llobregat  se interese por las moscas secas bien presentadas.  




JORNADA DE PESCA Nº 775



REFLEXIONES SOBRE LAS ZONAS LIBRES SIN MUERTE, FUERA DE AGUAS TRUCHERAS.


No conozco mucho de los hábitos de los pescadores deportivos, y en especial de la parroquia mosquera. de otras Comunidades Autónomas de nuestro país durante los meses de la veda de la trucha. Sin embargo, me da la impresión de que muchos de ellos ven con sorpresa, estupor y algo de sana envidia, sobre todo a través de ese moderno escaparate de vanidades que es Facebook, como los catalanes bombardeamos las redes sociales con fotos de capturas de truchas en meses de plena veda.
Que no se llamen a engaño. Aquí en Catalunya, desde hace ya unos cuantos años, el tema de los intensivos en otoño e invierno es cada día más patético: se dejan de repoblar, también de vigilar como Dios manda (salvo muy pocas y contadas excepciones) y se esquilman por furtivos rápidamente. De poco sirve que se deje pescar en algunos de ellos sin muerte, pues la población residual de truchas que queda no justifica el pago de un permiso demasiado caro. Queda, eso si, ese bien conocido referente de Anglès, coto intensivo sin muerte todo el año, pero al ser de lo poco por lo que vale la pena pagar por pescar está siempre sobrepescado, y sus truchas muy pinchadas, resabiadas y escarmentadas.
Entonces... ¿de donde sacamos los Catalanes tantas fotos de truchas, algunas de ellas tamaño trofeo  en plena época de veda?¿De donde salen esos machos de fario de morro ganchudo y esas irisadas asilvestradas que semejan Steelheads del Pacífico? . Pues muy fácil: de zonas libres sin muerte  Así de sencillo.
La pregunta del millón es ¿pero...como se pueden pescar esas truchas, si se supone que estos peces viven en aguas que deberían estar vedadas?. Muy fácil: desde hace años, los ecologistas bien pensantes, a los que la Admistración da mucho crédito, han ido delimitando cada vez más las aguas trucheras a las cabeceras de las cuencas, en donde la pesca "oficial" de la trucha está circunscrita a fecha de hoy,  y abogando por la creación de zonas libres sin muerte tanto en aguas trucheras como no trucheras, suponiendo que estas últimas son para, en teoría, la pesca sin sacrificio de ciprínidos. Asimismo, la Administración, aparte del monotema de la creación de un estado propio, y entre otras decisiones que puedan afectar al ejercicio de la pesca deportiva o recreativa, ha disparado con bala, de unos años a esta parte, contra los cotos intensivos con muerte, suprimiendo unos cuantos y limitando las repoblaciones a los que quedan, dentro de una estrategia de limitar el poder que antaño tenían tanto las Sociedades de Pescadores locales, como la Federación Catalana de Pesca y Casting.
Dejando la política aparte, y por mal que pueda pesar la opinión que voy a exponer a continuación, el hecho de que haya una buena población de truchas en cuencas medias, e incluso bajas, de los ríos catalanes, especialmente en las llamadas cuencas internas (o sea de los ríos Ter y Llobregat)  se debe a que durante muchos años en aguas de estos ríos que hoy no se consideran "trucheras" hubo no tan solo cotos intensivos, sino incluso cotos tradicionales de temporada. Tantos años de repoblaciones generosas, sobre todo por parte de las sociedades locales en épocas de "vacas gordas" y la ayuda de las redes de canales, que trajo consigo la industrialización desde finales del Siglo XIX, en donde las truchas siempre tienen refugio seguro, han convertido nuestras cuencas medias en un sorprendente habitat truchero. No sufran las almas temerosas de que esto tenga visos de acabarse: si las estas truchas, que ya saben incluso reproducirse en el río, fueran alienigenas malignos ya podríamos darnos por invadidos y exterminados.
Por supuesto, y como no podría ser de otra manera en un colectivo tan cainita como el nuestro, el de los pescadores ¿deportivos, recreativos, paseantes, místico-trascendentales, mediático-posmodernos? se ha tardado bien pronto en declarar una guerra civil por el uso, en "derecho de conquista" de estas zonas libres sin muerte.Una parte de la parroquia mosquera (afortunadamente una minoría, todo y el mucho ruido mediático que hacen), no contenta con el hecho de que la pesca de la trucha se haya arrinconado a las cabeceras, en donde las zonas de pesca sin muerte solo con mosca superan de largo a las de pesca tradicional, pretende ahora que las zonas libres de ciprínidos -que muchos de ellos tanto ayudaron a que dejaran de ser cotos trucheros- se deban pescar solo a mosca (¡que curioso! ahora que resulta que hay truchas les sobran los pescadores de cipínidos tradicionales. o los que.siempre han ido a tentar las bagras con cucharillas a falta de truchas cerca de su casa)  O sea, un auténtico acto de egoísmo y un desprecio prepotente y soberbio hacia compañeros de otras modalidades como el spinning o el carpfishing, con el agravante de que estos colectivos han hecho un gran esfuerzo para adaptar señuelos y anzuelos a la pesca sin muerte requerida en estas zonas.
El límite de lo absurdo, ha llegado cuando se han llegado a reclamar solo para pesca con mosca extensiones de río de hasta 67 kilometros, tengan esas aguas truchas o no, y sin importarles que, en sus riberas y antes de que muchos de ellos supieran lo que era una caña de mosca y una cola de rata, ya había gente de los pueblos que pescaban carpas, barbos y bagras con cebo.  
Fijaros que para mi, en mi condición de pescador a mosca, lo más fácil sería unirme a estas pretensiones para facilitar mis intereses. Sin embargo, mi ética y mi punto de vista sobre lo que debe ser la pesca me dicen que no puedo unirme a esas abusivas demandas, pues supondría la defensa de los privilegios de una minoría de minorías, algo que como socialista real está muy lejos de mis ideales. Definitivamente, y tras la demostración de que los pescadores de otras modalidades saben practicar la pesca sin muerte, sería una tremenda injusticia que las zonas libres sin muerte sirviesen solo para solaz de una autoproclamada élite, convirtiéndolas en escaparate de una vanidad y una prepotencia que anula todo lo que de bonito tiene la pesca, sobre todo lo más primordial: que cada cual la pueda vivir practicándola con la modalidad que más le guste.
En fin el tema de las zonas libres sin muerte trae, ha traído y traerá cola. He aprovechado este artículo, de una jornada de pesca en una de estas zonas, en concreto de la cuenca del Llobregat, para exponer no tan solo mi opinión, sino también mi disgusto ante lo que creo un abuso.
Y ahora... vamos ya de una vez a hablar de pesca, que es lo que la mayor parte de los seguidores de este blog están esperando.

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AHORA YA TOCA HABLAR DE PESCA, QUE A ESO HEMOS VENIDO.


A pesar de lo largo del puente de la Constitución-Inmaculada, solo fui a pescar, a lo largo del mismo, el sábado 5 de diciembre.
Durante el viaje a una de las tres zonas libres sin muerte del Llobregat en la comarca del Berguedà abiertas todo el año, al estar fuera de lo que se consideran "aguas trucheras" (tranquilos los amantes del secretismo, que no voy a decir cual), cayó una breve precipitación, de las muy pocas que regaron el Principado a lo largo del seco otoño de 2015 (recordad que estoy escribiendo, desde hace tiempo, los artículos de este blog con casi tres meses de retraso) que aportó más bien poca agua y se desvaneció, en una mañana gris y húmeda, sin mas historia.
Pese a lo ceniciento de las primeras horas del día no hizo apenas frío, registrándose unos confortables 11 º C a las diez de la mañana cuando me metí en un Llobregat un tanto turbio, pero perfectamente pescable, que bajaba con un pequeño repunte al alza en su caudal, de apenas un metro cúbico por segundo más que en mis últimas visitas a esta zona. Lejos de crfecer, la nubosidad se fue disipando con las horas, dando paso a un mediodía y una tarde soleados aunque sin un importante aumento de la temperatura.
Posiblemente, esta jornada fue de las que menos he andado por dentro y fuera del río en mucho tiempo, pues para pescar, con relativo éxito, me bastaron  menos de doscientos metros muy concretos de la zona que estaba faenando, explotando como mucho tres posturas muy concretas: corrientes moderadas con algo de profundidad, corrientes rápidas con escasa profundidad y una poza con el agua casi parada. Tan solo una vez, ya entrada la tarde, fui andando río abajo con la intención de pescar otro punto en concreto de la zona y desistí de hacerlo, volviendo al lugar donde había pasado la mañana, al encontrarme allí a otro pescador (al que vi de lejos) y no ser mi intención molestarle.  
Dada la relativa turbidez del agua, opté por pescar a ninfa, con un par de imitaciones oscuras: una pheasant tail de color morado oscuro y un perdigón granate. Como estrategia, pesqué las corrientes moderadas lo mas "al hilo" posible que se pueda pescar con una caña de 9 pies,  las corrientes rápidas de escaso calado con una sola ninfa y sin señalizador de picada, lanzando largo aguas arriba, y la poza otra vez en corto con dos ninfas.
Por suerte para mi, a partir de primera hora de la tarde, algunas truchas se animaron a comer en superficie y esto me permitió pasar un buen rato pescando a mosca seca, con el añadido de emoción que esto, por lo menos para mi, siempre supone.
Contra pronóstico, todo y que suele suceder más a menudo de lo que parece, el bolo se evitó a las primeras de cambio, en concreto a la cuarta varada en las corrientes moderadas, cuando una fario mediana y de una preciosa librea plateada tomó, en la deriva baja, la ninfa de color morado.
A partir de allí, pescando primero todas las corrientes moderadas y las más vivas, del modo en que he explicado unas líneas más arriba, no obtuve ninguna picada más, todo y que volví "da capo" a repasar concienzudamente todo el tramo.
Turno de poza. Aquí, en aguas casi paradas, y pescando en  corto (difícil hacerlo en largo, dado que un tronco con varias ramas está allí cruzado en el río desde hace tiempo), obtuve una segunda picada, convertida en captura, de otra trucha fario mediana, pero con la librea más marrón.
Tampoco pude gastar tanto tiempo en la poza como hubiera querido. Hace años que no se puede transitar con facilidad, pues el agua, a la mitad de la misma, le llega a un bajito como yo (1,68 m.) más arriba de la cintura  y el lecho del río es una auténtica ciénaga de barro pestilente. Así que me tuve que conformar con seguir pescando la primera cuarta parte del casi parado de agua, con el agua hasta la entrepierna, hasta que frita la postura a golpe de dúo de ninfas, sin hallar respuesta por parte de los peces, el frío me hiciera volver a la orilla.
Repetición de los dos primeros tercios. Tras salir de la poza, desentumecer un poco las piernas y aprovechar para beber una lata de té con limón y orinar largo y espumoso, volví a peinar los dos primeros escenarios, esta vez con "jogo bonito", con una sola ninfa y buscando picadas en la distancia, tanto aguas arriba, como aguas abajo, pero tampoco obtuve ningún resultado positivo.
Cambio de tercio. El estoque por la muleta. Pasado largo el mediodía solar me senté frente a la poza a esperar la ocasión de que las truchas dieran alguna señal de comer por arriba, ya que ese sitio suele ser de los que casi siempre tiene peces activos en superficie a la mínima que se den las oportunas circunstancias, que en ese momento se daban: ligero aumento de la temperatura, ausencia de viento y comida en el agua: una eclosión moderada de efémeras con toda la pinta de baetis muticus.       
Me dí el tiempo de fumar un cigarrillo (y orinar otra vez, que eso de pasar frío, escuchar como corre el agua y beber diuréticos activa lo suyo la vejiga) y si no veía cebas me iba con la caña a otra parte. Como por arte de encanterio, a medio cigarrillo aparecieron algunos tenues círculos de cebas en el punto más conflictivo de la poza... justo en la salida de la misma, cuando la corriente comienza a ganar velocidad.
Mal sitio para intentar una captura. Al menos dos peces comían con cierta cadencia en esa salida de badina y era casi todo lo que estaba a tiro en superficie en ese momento. Como mucho, había visto un par de cebas más bien dentro del escenario: la una arrimada a la vegetación de la orilla derecha, y otra pegada al tronco cruzado en medio del mismo.
Como siempre que tengo dudas, acerca de si comen francas arriba o pillan a media agua, recurrí al eterno comodín de la emergente generalista con hackle de gallo y exhuvia. Lo peor fue la presentación, pues tampoco tenía demasiado espacio detrás mio para sacar mucha línea, toda vez que trabajaba con un bajo largo, para que al bajar lo mas flojos y destensados posible ambos elementos evitasen la brutal dragada de la mosca producida por el arrastre de la corriente rápida, desde donde no me tocaba otra que lanzar.
Tras un rato de hacer componendas para presentar, recurriendo incluso a rodados que lo único que hacían era empapar la mosca, cambié de estrategia. Viendo que una de las cebas comenzaba ya a ser muy franca y repetitiva, opté por sacar menos línea, aproximarme con suma discreción y  tentar al pez muy a punta de caña, con apenas un par de metros de cola de rata fuera de la última anilla y el bajo corto, como si estuviese pescando un arroyo de alta montaña. Este vez si, la estrategia funcionó y fue visto y no visto que tomase la mosca una preciosa fario muy parecida a la anterior, salvo en una sorprendente coloración dorada en el vientre, que como no, buscó su salvación huyendo corriente abajo para zafarse del anzuelo emplumado. De bien poco le sirvió, pues venía bien clavada y llegó a mi sacadera sin mucha más historia.
El pandemónium de la pelea debió ahuyentar a la otra trucha "fronteriza" (de la frontera badina-corrientes, claro está), pues dejó de cebarse de inmediato y ya no volvió a dar señales de actividad. Por suerte, entre la "frontera" y el tronco todavía había movimiento. De hecho, el mismo. El poder salir de dentro de la corriente me permitió ganar unos cuantos metros, para plantarme a paso de tortuga en los primeros metros de las aguas paradas, ganando así también largo de cola de rata adicional para poder pescar lanzando sobre el hombro con más desahogo y soltura. Todo y asi, volví a rectificar el bajo (uno de esos excelentes anudados de mi amigo Alfredo C., de La Rioja) alargándolo un poco.
Los peces disponibles no estaban muy entusiasmados con la emergente, así que hice un par de cambios (emergente de CDC e imitación de lo más parecido a un subimago de baetis muticus con hackle) hasta que a la tercera, y con una mosca ¡verde! en parachute conseguí primero que picase la más arrimada al tronco (tras rozar la enganchada en el mismo, todo sea dicho), terminando la misma en el salabre, y que después clavase la que estaba a tocar de la vegetación de la orilla, la cual recuperó la libertad antes de llegar a mi red de mano, desclavándose en la pelea. Ambas farios también estaban en el baremo de truchas medianas (o sea de entre 25 y 35 cms.), y tenían todo el aspecto de ser de genética atlántica de repoblación, posiblemente descolgadas de algún coto lejano.
Tras este episodio de pesca a mosca seca, salí del río al ver que ya no había actividad alguna en superficie. Me senté un rato a fumar en la orilla, feliz y satisfecho, esperando a ver si algún círculo de ceba anunciaba una vuelta a la actividad, pero no fue así.
Para variar, por primera vez en el día, salí del corto tramo que había estado pescando, para marchar a otra latitud de la zona libre sin muerte, en concreto a una tabla medio kilómetro río abajo, en donde habitualmente suele haber movimiento. Al llegar allí, fue cuando divisé a otro pescador ocupando la misma, y me marche por donde había venido. La jornada había transcurrido más rápida de lo que pensaba, y el cansancio y la pereza me hicieron desistir de ponerme a pescar, de un modo itinerante, a ninfa el largo tramo de río, rico en corrientes de todas velocidades, que me había saltado en mi cambio de tramo.
Volví a la poza cuando el sol de la tarde comenzaba a anunciar uno de esos tempranos ocasos del final del otoño. Nada de nada. Las truchas parecían haberse esfumado. Como mucho, vi dos cebas, esporádicas y faltas de cadencia, más allá del tronco cruzado en el cauce del río, que estorba en sobremanera cualquier lance largo y, ademas, marca la frontera entre el confort térmico o el acabar tiritando de frío en los dominios de esas aguas casi paradas que, a la sombra, parecen cargadas de misterio.
El fin de la jornada estuvo marcado por la vuelta a pescar a ninfa en corto, montando un apaño de alargamiento de terminal de hilo en el bajo de línea, en el mismo sitio en donde había empezado en la gris mañana, que ahora bajo el sol casi invernal se me antojaba muy lejana. Tenía decidido recoger la linea y plegar la caña a los veinte golpes de muñeca, y cuando iba por el doceavo tuve una picada potente, de una trucha arco-iris que quizás sería la más captura más grande del día. Iba prendida del perdigón granate y, más por mi falta de habilidad en la pelea por el cansancio del día que por méritos del pez, terminó desclavándose. Fiel a mis decisiones, y viendo que no había perdido la ninfa, ejecuté la treceava varada, la catorceava, etc. hasta que a la que hacía veinte salí definitivamente del río.
Como es costumbre no perdoné la merienda,  esta vez en un pueblo cercano a la zona que tampoco suelo frecuentar mucho, pero me quedaba cerca. Olía a fuego de leña,. Los urbanitas de puente en la comarca animaban un poco unas calles apagadas y un tanto tristes, en las que una parodia de lo que podría considerarse iluminación navideña me recordó que en menos de tres semanas estaría devorando el pavo de la comida de Navidad.
     
 


JORNADA DE PESCA Nº 775



Sábado, 5 de diciembre de 2015

Temporada 2015 - 2016 - Nº10


Zona libre sin muerte del Llobregat  (ciprínidos) - El Berguedà
Río Llobregat

Pescador: Ferran RUBINSTEIN

Capturas:  2 truchas fario a mosca seca y 2 truchas fario a ninfa

Equipo de pesca a mosca:

Caña: Vision GT-Four - 9 pies - línea 5
Línea: Adams 6 WF - flotante
Carrete: Sage 4550

Climatología: mañana nublada y templada, tras un episodio de lluvia de madrugada; mediodía y tarde soleados y templados.

Caudal: medio-bajo

Condiciones de vadeo: vadeo sin dificultad, siendo recomendable el uso del bastón de vadeo.

Hora de inicio de la jornada: 10,00 h.
Hora de finalización de la jornada: 16,15 h.

La música de hoy:

Viaje de ida:

Sinfonía nº 6
"Una fiesta eslava"
Alexander Glazunov

Concierto para violoncello y orquesta en "DO" mayor
Eugen d´Albert

Viaje de vuelta:

Sinfonía nº 8
Oberura Solemne
Alexander Glazunov

Rapsodia para violín nº 1
Rapsodia para violín nº2
Bela Bartók

Líneas Tensas!


Ferran RUBINSTEIN.

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