JORNADA DE PESCA Nº 570
Primera visita de la presente temporada a la Vall de Ribes ¡ya tocaba!. Este sábado, he elegido, dentro del amplio abanico de posibilidades que ofrece este precioso valle pirenáico, pescar el coto de Roques Blanques, en el pequeño y amable rio Rigard, que hacía tres temporadas no visitaba.
Lo que ha estado claro, desde el primer momento, es que iba a llover. De hecho, ya había caído un buen chaparrón por el camino, entre Vic y Sant Quirze de Besora, y que me pilló ecuchando esa maravilla de obra coral llamada “Salmo nº 83”, de Alexander Von Zemlinsky.
Calles mojadas en Ripoll, y a partir de Campdevànol, el sol intenta abrirse paso entre las nubes. En Ribes, asfalto mojado y charcos, pero por suerte el Freser baja limpio y con un caudal óptimo, por lo que el Rigard, afluente del mismo, baja también en buen estado para la pesca.
El sol de primera hora de la mañana, no engaña más que a los ilusos: esta claro que va a llover, lo más importante a tener en cuenta es cuándo empezará a hacerlo en serio, y si ello tendrá repercusiones en el caudal del rio. De momento, y a primera hora de la mañana, la buena noticia era que si, que había llovido, pero no tanto como para enturbiar o desbordar el rio, y eso, en escenarios de montaña como los de la Vall de Ribes, ya es de por si una muy buena nueva, y más si es de las primeras del dia, y te permite, por lo menos, calzarte el váder y montar la caña. Harina de otro costal, a partir de ese momento, ya será saber cuándo, cómo, por dónde, y con que resultado vamos a salir del rio.
Uno siempre es un mucho un animal de costumbres, y esta mañana he vuelto “En piloto automático”, a repetir el mismo tramo de coto (de la mitad, hacia arriba), que la última vez que lo visité, un caluroso y asfixiante sábado de agosto de hace tres años. Por aquel entonces, había la posibilidad de aparcar el coche en los aparcamientos del albergue “Roques Blanques”, pero esta mañana, un empleado del mismo me ha rogado que no lo hiciese, y aparcase pasado el puente. La verdad es que he tenido mucha suerte, pues nada más pasar el mismo, he podido aparcar bien arrimado en un hueco de la entrada de un prado. De no haber podido hacerlo, y debido al mal estado de la pista, posiblemente hubiera sometido los bajos de mi pequeño turismo a un gran tormento.
El coto de Roques Blanques, por lo menos en su parte media y alta, es confortablemente engañoso. A priori, parece un rio simpático, de agradable vadear y transitar, y que discurre entre prados abiertos y bosque de ribera. Cierto en eso: este tramo del Rigard no tiene el embarrancamiento y la difícil accesibilidad de otros rios del dominio Ribetano; aquí uno no se siente a veces en el fondo de un abismo, encajonado entre altas paredes, o tienes que pensar por que lado vas a pasar ese salto de agua sin tener un percance. Y es esto precisamente, esta confianza en la bonanza del rio, lo que puede hacernos olvidar incluso a lo que hemos venido, y que no es otra cosa que a pescar. Y es en esto en lo que este rio tan acogedor y risueño nos miente con la peor de sus intenciones, que no es otra que no le toquemos la escama a ninguno de sus habitantes. En este coto, las truchas son muy esquivas, tremendamente caprichosas y desquiciantemente astutas. Bueno, quizás no tanto. Seguramente, no lo sean más o lo sean menos que las de Montagut, Segadell, Coma de Vaca, etc., pero el caso es que el Rigard es un rio pequeño, y ese amabilidad con la que nos recibe, puede hacernos olvidar virtudes cruciales en la pesca en montaña y aún más en pequeñas corrientes de agua: discreción, sigilo y pescar sin ser vistos. Posiblemente en Montagut, salvo en pleno verano, el tamaño más generoso del rio enmascaría muchos de nuestros errores. Lo más seguro es que, por ejemplo en Coma de Vaca, ya advertidos del carácter de alta montaña del coto, fuésemos a pescar ultraprevenidos y nos llevásemos incluso unas rodilleras. Sin embargo, el amable y acogedor Rigard nos hace confiados, y a veces el error se paga con el bolo, y con la pataleta típica de los malos perdedores, que sistemáticamente -¡loados sean ellos, que son poseedores de la verdad absoluta!- entonan la archiconsabida sentencia de ¡en este rio no hay truchas!.
El caudal del Rigard, iba esta mañana un pelín, pero sólo un pelín más alto que en pleno verano, lo que me a permitido trabajarlo, casi toda la jornada, con tándem de seca y ninfa. Eso si, con una ninfa muy ligera.
La jornada se ha dividido en tres periodos, asimétricos en tiempo, y desiguales en resultados: una muy buena entrada en el rio y aceptable primera hora, un largo interludio sin tener apenas picadas, y unas dos horas finales, bajo un auténtico y continuo chaparrón, y que ha sido curiosamente cuando las truchas se han activado.
En el primer período, incluso parecía que iba a imponerse el sol, y pese a la temperatura fresca, lo cosa prometía en acabar en una calurosa mañana de verano. La entrada en “combate” fue muy buena, y al poco de empezar ya había capturado un par de truchas, y perdido otra. De momento, parecía que si les pasaba la ninfa cerca, no le harían ascos.
La cosa ha cambiado radicalmente, cuando a la hora y poco de pescar, se ha vuelto a cubrir. Todo y pescar con la máxima discrección, parecía que los habitantes del rio se hubieran aletargado.
Curiosamente, ha sido en este interludio de inactividad, cuando he visto las dos únicas cebas del dia. Ha sido entonces, cuando por un rato, he pasado a pescar con mosca seca “al agua”, con una de esas maravillas de parachute que hace mi buen amigo, y especialista en la pesca de montaña, Ramón Terricabras, pero lo máximo que he conseguido es un par de picadas rápidas y no resueltas de trucha muy pequeñas.
El tercer periodo, se ha iniciado con la vuelta al tándem para gestionar una de las pocas pozas de este tramo de rio, y que me ha reportado la captura de una trucha de cerca de 30 cms., la mayor del dia. El lance victorioso fue saludado por salvas de artillería celestial: empezaba a llover.
Al principio, la lluvia caía muy mansa, y la misma espesura del bosque hacía de paraguas natural. Ha sido a partir de empezar a llover cuando las pintonas se han activado. No por arriba, nada de pegarle dentelladas a la efémera bien flotabilizada que llevaba como señalizador de picada, pero si por abajo, y con decisión: me han dejado la ninfa hecha unos zorros a mordiscos.
Como suele suceder, el pico de actividad ha coincidido con el arreciar severo de la lluvia, mutada ya en chaparrón. Nada pues, de abandonar el rio, y menos cuando pican con ganas. Poco importa no llevar el chubasquero, e ir ya calado hasta los huesos: en el coche tengo siempre ropa de repuesto.
Finalmente, el periodo productivo se ha saldado con diez truchas clavadas, pero sólo seis en el salabre. Dos horas bajo la lluvia y un buen remojón, pero ha valido la pena, y más tratándose de este Rigard, siempre dispuesto a confundirnos y engañarnos, siempre travestido de regato inocente, repleto a reventar de truchas bobaliconas.
La anécdota graciosa del dia, ha sucedido cuando estaba haciendo pis bajo la lluvia, y un crujir de troncos me ha hecho percibir que había un gran animal avanzando parsimoniosa y cautamente por la orilla contraria: nada menos que un isard, ese tipo de cabras montesa, cuyo habitat de circunscribía antes a la muy alta montaña, y que ahora, supongo debido una superpoblación, seguramente originada por el típico proteccionismo de ecologistas de salón, ha desplazado su radio de acción hacia cotas más bajas. El simpático y esquivo animal no me ha dado opción ha hacerle una foto: un servidor tenía entre manos otra cosa, y no precisamente una cámara, y no me ha dado tiempo ni para las oportunas sacudidas post-micción, que ya había desaparecido.
El punto y final de la jornada, ha venido marcado por un arreciar intenso de la tormenta. La vuelta al coche, con la ropa completamente empapada, ha sido deshaciendo camino por el mismo rio, pues los prados están muy abandonados, y atravesar la fronda comportaría, con tanta maleza sin desbrozar, la posibilidad de pinchar el váder, o lo que es peor, arriesgarse a la picadura de ortigas o incluso a la mordedura de alguna serpiente.
Al llegar al coche, no ha habido ni una posibilidad de poder cambiarme de ropa bajo el aguacero, por lo que he tenido que enfilar carretera abajo hasta que una pequeña tregua en el episodio lluvioso, me ha permitido mudarme, a toda prisa, en el Pont de la Cabreta.
A modo de recompensa, pensaba obsequiarme con una gran merienda pastelera en “Can Nasiet” de Campdevànol, pero era más pronto que de costumbre, y aún no habían abierto, po lo que he tenido que bajar a merendar a una de las pastelerías de la cadena Junyent de Ripoll, que al funcionar a modo de granja, trabajan continuadamente.
Primer dia de la temporada en la Vall de Ribes: no ha estado mal, pero estoy convencido de que lo mejor, como siempre suele suceder, está por llegar, en una de esas tardes en que, bajo un sol de justicia, las pintonas de esta enorme reserva genética, atacan con saña todo trico viviente, incluyendo el mio.
TEMPORADA 2.010 - 2.011 - Nº 29
Sábado, 4 de Junio de 2.011
TEMPORADA DE SALMÓNIDOS 2.011 Nº 12
Coto de Roques Blanques sin muerte
Rio Rigard
Capturas: 8 truchas fario a ninfa
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Climatología: nublado y lluvioso, fresco.
Hora de inicio de la jornada: 09,45 h.
Hora finalización jornada: 15,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Concierto para piano y orquesta en “DO” menor
Joachim Raff
Concierto para piano y orquesta nº 2
Alexander Glazunov
Salmo nº 83
Alexander Von Zemlinsky
Viaje de vuelta:
Concierto para violín y orquesta nº 1
Joachim Raff
Sonata para piano nº 3
Anton Rubinstein
“Les Djinns”
César Franck
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
TEMPORADA 2.010 - 2.011 - Nº 29
Sábado, 4 de Junio de 2.011
TEMPORADA DE SALMÓNIDOS 2.011 Nº 12
Coto de Roques Blanques sin muerte
Rio Rigard
Capturas: 8 truchas fario a ninfa
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Climatología: nublado y lluvioso, fresco.
Hora de inicio de la jornada: 09,45 h.
Hora finalización jornada: 15,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Concierto para piano y orquesta en “DO” menor
Joachim Raff
Concierto para piano y orquesta nº 2
Alexander Glazunov
Salmo nº 83
Alexander Von Zemlinsky
Viaje de vuelta:
Concierto para violín y orquesta nº 1
Joachim Raff
Sonata para piano nº 3
Anton Rubinstein
“Les Djinns”
César Franck
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
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