JORNADA DE PESCA Nº 554
Esta visto que los dias de pesca se parecen a los melones. ¿Pesca y curcubitáceas? Si, si, no es ningún disparate, o al menos de un modo metafórico: los melones, pese a su aspecto exterior, nunca sabes si serán un manjar de dioses o un amargo ensayo de pepino hasta que no los abres y los pruebas, y los dias de pesca, ni que sean en la “Patagonia Catalana”, nunca sabes como resultarán hasta que no te plantas en el rio y te pones remojar moscas.
Este sábado mismo, por ejemplo, el tema pintaba bastos del as al rey, y desde dias antes, pues las previsiones de una ola de frio se habían cumplido, y para el dia de autos se preveían temperaturas siberianas. Esto es lo más normal del mundo en un mes como enero, pero ya sabemos que en este mes, de un modo absurdo y propio de un pais tercermundista, cuya admnistración es incapaz de cumplir plazos ni de planificar nada en serio, no se repuebla en ningún coto intensivo. Y por si fueran pocos los problemas que la meteorología y la administración pública nos acarrean a los sufridos pescadores deportivos, decidme kamaradas: ¿cuántos de vosotros teneis ya en mano vuestro carnet anual de socio o la licencia federativa del año en curso? Que yo sepa, pagamos por un año, pero raro es que en enero o febrero alguien tenga en mano alguno de esos dos documentos. ¿Qué quien pesca en esos meses, y con esos frios? Pues miren, yo mismo, y seguro que más de alguno de los que ahora están leyendo este mismo artículo...y lo hacemos pagando los tickets a precio de caviar de beluga.
Con tan malas previsiones, otro se hubiese quedado en casa montando moscas al amor de la catalítica, pero ya saben mis lectores que yo soy de esos que las dificultades y las previsiones apocalípticas aún le ponen “más morcillón”, así que a media semana, convencí a mi amigo Francesc de que fueramos a Oliana, visto el overbooking de pescadores que se registra en Anglès semana si, semana también, durante este última baja temporada.
El termómetro callejero de Ponts, marcaba a eso de las ocho y media de la mañana ocho bajo cero. Sin embargo, la noche habia sido despejada y tachonada de estrellas, y el sol brillaba en un cielo azul, diáfano y sin una nube, tras un amanecer de tonos rosas y violetas que hubiera hecho las delicias de más de algún pintor de brocha fina, y que yo apenas contemplé por el rabillo del ojo, mientras entraba corriendo al restaurante de La Panadella, para tomar un café con leche y un “gitanet” de nata.
Al llegar a Oliana, recibí una llamada de Francesc. El hombre no podía venir, pues había tenido que llevar a su perrita al veterinario, y lo más seguro es que tuvieran que sacrificarla. Estaba triste, y es comprensible: a los animales domésticos se les acaba queriendo tanto como a alguien de la familia, y máximo cuando ellos nos dan tanto cariño a cambio de sólo un hueso o un rato de juego. Y encima, no hablan, no te dan disgustos, ni te traicionan jamás. A veces, algunas veces, el cantor tiene razón (eso lo cantaba María Ostiz en los 70s), y uno llega a entender a Beethoven cuando dijo aquello de “Cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”.
No sé si el que Francesc hubiera terminado viniendo, hubiera condicionado mi modo de enfocar la estrategia de la jornada, ya que él siempre está pendiente de pescar a seca hagael dia que haga, pero el caso es que allí estaba yo, poco antes de las diez de la mañana, aún sin montar aparejos, pues no tenía ni la más remota idea de que estrategia adoptar. Había algo que no cuadraba: teóricamente, habría de estar tiritando y embutido en un mogollón de ropa, con la nariz chorreando, estar maldiciendo lo subnormal que soy de venir a pescar con este frio glacial. Sin embargo, no iba mucho más abrigado que en otros dias de pesca de este y otros inviernos, no me chorreaba la nariz, ni tenía las manos sin tacto como dos tarugos de madera, y es que al solete... se estaba bien.
De este modo, al solete y estando medio bien, se empezó a cumplir aquello de los melones, que viene a ser lo mismo que lo de la caja de bombones de Forrest Gump, para los que gusten más de lo yanqui, lo moderno, o ambas cosas a la vez.
Y para rematar el tema, y confirmar la teoría, la primera en la frente: a los cinco minutos de pescar (eso si, con los pies helados como dos “calippos”), truchón que se zampa la “pompom”, atractora imprescindible donde las haya, y más si es de plumero color salmón en los intensivos, y sonrisa de oreja a oreja: este melón ha salido de los que son “pura miel”. Por lo menos el bolo estaba eludido, y lo había evitado una arco-iris de esas que llamamos “barra de pan”, con unos buenos 53 cms.
Estaba visto que los torpedos patagónicos de Oliana se pirran por las ninfas atractoras chorras, pues en menos de un cuarto de hora había clavado dos más de esos bichos de considerable porte y recio batallar, con la “pompom”, pero perdí ambos en la batalla. El primer bicho se llevó la imitación en la boca rio abajo, y el segundo de desclavó porque el anzuelo se había roto: cuidado con la presión excesiva del torno.
Bien pues, parecía que el melón estaba siendo muy del gusto de los comensales.
Tras este rato de locura y emociones, vino el típico interludio, muy típico en esta época del año, en un coto como este y para un pescador tan mediocre como un servidor, de nula actividad, y de ir batiendo corrientes, correntitas y parados con las ninfas. Sin embargo, estaba siendo un interludio muy grato: hacía una temperatura hasta agradable, siempre y cuando fueras debidamente abrigado, y al sol se estaba realmente bien, así que, visto que la actividad en ese tramo de rio no era para echar cohetes, dejé de pescar un rato para sentarme en una piedra, tomarme un té de lata y fumar un par de cigarrillos, aprovechando que (todavía) esta permitido fumar en la orilla de los cursos fluviales.
Tras la pausa, decidí volver a darle una oportunidad a las corrientes en las que había estado pescando nada más comenzar, y máxime cuando no había nadie pescándolas. La verdad, es que habían más pescadores de los que a priori pensaba me encontraría. Lejos eso si, de los gentíos que abarrotan “Magic Anglès”, pero decididamente más de lo que yo esperaba, tras una semana de avisos meteorológicos del tipo “los pingüinos podrán pasearse por Las Ramblas”. Y es que se ve que no soy el único que sabe lo de la teoría de los melones, aplicada a las jornadas de pesca.
Como suele suceder, cuando menos te lo esperas, salta la liebre, pero en este caso, fue la trucha que clavé, nada más volver a pescar, y casi en el mismo sitio en donde había estado pescado nada más comenzar la jornada. La batalla fue dura, muy dura, pues tenía que dominar con mi caña semiparabólica para linea 4 un buen pedazo de animal, tal como podeis ver en la foto, y que resulto medir 62 cms. Curiosamente, un animal tremendo, pero “muñón”. Si mirais la foto de cerca, vereis que tiene muy poco desarrolladas las aletas, por lo que procede de una reciente repoblación, todo y que ya va bien que las repueblen en tamaño “king size”, pues es la única manera de luchar contra la plaga del cormorán, sin tener que liarse a tiros con dichos pájaros, cosa la cual sería la mejor manera de acabar de un modo definitivo con este problema.
Por lo visto, el melón no es que hubiera salido bueno, es que era como para invitar a los vecinos: “pasen y prueben, pura miel para su paladar”.
Y este melón, estaba visto, me iba a dar bocados de placer hasta la última tajada. Con la caída de la tarde, se registró una ligera, ligeriiiiiiisima actividad en superficie. Apenas cuatro cebas muy esporádicas, y unas cuantas lomeadas de peces tomando alguna emergente. Motivo de sobras para intentar, aunque fuera un ratito, de “jogo bonito”, así que preparé un tándem con un trico de pelo de ciervo (más que nada por su visibilidad como señalizador), y una diminuta ninfa de oreja de liebre. Para mi sorpresa, y salida de la nada, un trucha se zampó el trico, cosa la cual no esperaba en absouto. Por suerte, estaba recogiendo linea de un modo bien acompasado, y la tensión de la linea suplió al golpe de muñeca que no había dado en el momento oportuno, y otra trucha arco-iris que entraba en mi salabre. Esta vez me fue más fácil: eran aguas paradas, y la trucha, todo y pasar largos los 40 cms distaba de ser un monstruo, en comparación con las dos anteriormente capturadas, todo y que en otros coto podría considerarse como una trucha trofeo local.
Mirad por donde: no tan sólo terminé pescando, sino haciéndolo incluso a seca, y con un trico, mosca por autonomasia de los tórridos mediodias estivales, en plena ola de frio siberiano. Realemnte, este melón había valido la pena abrirlo, o bien, a estos bombones, había valido la pena quitarles en envoltorio.
Antes de terminar, permitidme el lujo de una reflexión antes de irme a cenar mi pizza con patatas chips de los sábados: en la cama, calentito, se puede soñar con peces, pero para pescarlos, hay que ir al rio, en donde hace frio, pero no el suficiente para traspasar las capas de nuestro abrigo, pues está tejido con fibra de ilusión por la vida, y entusiasmo por vivirla.
TEMPORADA 2.010 - 2.011 - Nº 13
Este sábado mismo, por ejemplo, el tema pintaba bastos del as al rey, y desde dias antes, pues las previsiones de una ola de frio se habían cumplido, y para el dia de autos se preveían temperaturas siberianas. Esto es lo más normal del mundo en un mes como enero, pero ya sabemos que en este mes, de un modo absurdo y propio de un pais tercermundista, cuya admnistración es incapaz de cumplir plazos ni de planificar nada en serio, no se repuebla en ningún coto intensivo. Y por si fueran pocos los problemas que la meteorología y la administración pública nos acarrean a los sufridos pescadores deportivos, decidme kamaradas: ¿cuántos de vosotros teneis ya en mano vuestro carnet anual de socio o la licencia federativa del año en curso? Que yo sepa, pagamos por un año, pero raro es que en enero o febrero alguien tenga en mano alguno de esos dos documentos. ¿Qué quien pesca en esos meses, y con esos frios? Pues miren, yo mismo, y seguro que más de alguno de los que ahora están leyendo este mismo artículo...y lo hacemos pagando los tickets a precio de caviar de beluga.
Con tan malas previsiones, otro se hubiese quedado en casa montando moscas al amor de la catalítica, pero ya saben mis lectores que yo soy de esos que las dificultades y las previsiones apocalípticas aún le ponen “más morcillón”, así que a media semana, convencí a mi amigo Francesc de que fueramos a Oliana, visto el overbooking de pescadores que se registra en Anglès semana si, semana también, durante este última baja temporada.
El termómetro callejero de Ponts, marcaba a eso de las ocho y media de la mañana ocho bajo cero. Sin embargo, la noche habia sido despejada y tachonada de estrellas, y el sol brillaba en un cielo azul, diáfano y sin una nube, tras un amanecer de tonos rosas y violetas que hubiera hecho las delicias de más de algún pintor de brocha fina, y que yo apenas contemplé por el rabillo del ojo, mientras entraba corriendo al restaurante de La Panadella, para tomar un café con leche y un “gitanet” de nata.
Al llegar a Oliana, recibí una llamada de Francesc. El hombre no podía venir, pues había tenido que llevar a su perrita al veterinario, y lo más seguro es que tuvieran que sacrificarla. Estaba triste, y es comprensible: a los animales domésticos se les acaba queriendo tanto como a alguien de la familia, y máximo cuando ellos nos dan tanto cariño a cambio de sólo un hueso o un rato de juego. Y encima, no hablan, no te dan disgustos, ni te traicionan jamás. A veces, algunas veces, el cantor tiene razón (eso lo cantaba María Ostiz en los 70s), y uno llega a entender a Beethoven cuando dijo aquello de “Cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”.
No sé si el que Francesc hubiera terminado viniendo, hubiera condicionado mi modo de enfocar la estrategia de la jornada, ya que él siempre está pendiente de pescar a seca hagael dia que haga, pero el caso es que allí estaba yo, poco antes de las diez de la mañana, aún sin montar aparejos, pues no tenía ni la más remota idea de que estrategia adoptar. Había algo que no cuadraba: teóricamente, habría de estar tiritando y embutido en un mogollón de ropa, con la nariz chorreando, estar maldiciendo lo subnormal que soy de venir a pescar con este frio glacial. Sin embargo, no iba mucho más abrigado que en otros dias de pesca de este y otros inviernos, no me chorreaba la nariz, ni tenía las manos sin tacto como dos tarugos de madera, y es que al solete... se estaba bien.
De este modo, al solete y estando medio bien, se empezó a cumplir aquello de los melones, que viene a ser lo mismo que lo de la caja de bombones de Forrest Gump, para los que gusten más de lo yanqui, lo moderno, o ambas cosas a la vez.
Y para rematar el tema, y confirmar la teoría, la primera en la frente: a los cinco minutos de pescar (eso si, con los pies helados como dos “calippos”), truchón que se zampa la “pompom”, atractora imprescindible donde las haya, y más si es de plumero color salmón en los intensivos, y sonrisa de oreja a oreja: este melón ha salido de los que son “pura miel”. Por lo menos el bolo estaba eludido, y lo había evitado una arco-iris de esas que llamamos “barra de pan”, con unos buenos 53 cms.
Estaba visto que los torpedos patagónicos de Oliana se pirran por las ninfas atractoras chorras, pues en menos de un cuarto de hora había clavado dos más de esos bichos de considerable porte y recio batallar, con la “pompom”, pero perdí ambos en la batalla. El primer bicho se llevó la imitación en la boca rio abajo, y el segundo de desclavó porque el anzuelo se había roto: cuidado con la presión excesiva del torno.
Bien pues, parecía que el melón estaba siendo muy del gusto de los comensales.
Tras este rato de locura y emociones, vino el típico interludio, muy típico en esta época del año, en un coto como este y para un pescador tan mediocre como un servidor, de nula actividad, y de ir batiendo corrientes, correntitas y parados con las ninfas. Sin embargo, estaba siendo un interludio muy grato: hacía una temperatura hasta agradable, siempre y cuando fueras debidamente abrigado, y al sol se estaba realmente bien, así que, visto que la actividad en ese tramo de rio no era para echar cohetes, dejé de pescar un rato para sentarme en una piedra, tomarme un té de lata y fumar un par de cigarrillos, aprovechando que (todavía) esta permitido fumar en la orilla de los cursos fluviales.
Tras la pausa, decidí volver a darle una oportunidad a las corrientes en las que había estado pescando nada más comenzar, y máxime cuando no había nadie pescándolas. La verdad, es que habían más pescadores de los que a priori pensaba me encontraría. Lejos eso si, de los gentíos que abarrotan “Magic Anglès”, pero decididamente más de lo que yo esperaba, tras una semana de avisos meteorológicos del tipo “los pingüinos podrán pasearse por Las Ramblas”. Y es que se ve que no soy el único que sabe lo de la teoría de los melones, aplicada a las jornadas de pesca.
Como suele suceder, cuando menos te lo esperas, salta la liebre, pero en este caso, fue la trucha que clavé, nada más volver a pescar, y casi en el mismo sitio en donde había estado pescado nada más comenzar la jornada. La batalla fue dura, muy dura, pues tenía que dominar con mi caña semiparabólica para linea 4 un buen pedazo de animal, tal como podeis ver en la foto, y que resulto medir 62 cms. Curiosamente, un animal tremendo, pero “muñón”. Si mirais la foto de cerca, vereis que tiene muy poco desarrolladas las aletas, por lo que procede de una reciente repoblación, todo y que ya va bien que las repueblen en tamaño “king size”, pues es la única manera de luchar contra la plaga del cormorán, sin tener que liarse a tiros con dichos pájaros, cosa la cual sería la mejor manera de acabar de un modo definitivo con este problema.
Por lo visto, el melón no es que hubiera salido bueno, es que era como para invitar a los vecinos: “pasen y prueben, pura miel para su paladar”.
Y este melón, estaba visto, me iba a dar bocados de placer hasta la última tajada. Con la caída de la tarde, se registró una ligera, ligeriiiiiiisima actividad en superficie. Apenas cuatro cebas muy esporádicas, y unas cuantas lomeadas de peces tomando alguna emergente. Motivo de sobras para intentar, aunque fuera un ratito, de “jogo bonito”, así que preparé un tándem con un trico de pelo de ciervo (más que nada por su visibilidad como señalizador), y una diminuta ninfa de oreja de liebre. Para mi sorpresa, y salida de la nada, un trucha se zampó el trico, cosa la cual no esperaba en absouto. Por suerte, estaba recogiendo linea de un modo bien acompasado, y la tensión de la linea suplió al golpe de muñeca que no había dado en el momento oportuno, y otra trucha arco-iris que entraba en mi salabre. Esta vez me fue más fácil: eran aguas paradas, y la trucha, todo y pasar largos los 40 cms distaba de ser un monstruo, en comparación con las dos anteriormente capturadas, todo y que en otros coto podría considerarse como una trucha trofeo local.
Mirad por donde: no tan sólo terminé pescando, sino haciéndolo incluso a seca, y con un trico, mosca por autonomasia de los tórridos mediodias estivales, en plena ola de frio siberiano. Realemnte, este melón había valido la pena abrirlo, o bien, a estos bombones, había valido la pena quitarles en envoltorio.
Antes de terminar, permitidme el lujo de una reflexión antes de irme a cenar mi pizza con patatas chips de los sábados: en la cama, calentito, se puede soñar con peces, pero para pescarlos, hay que ir al rio, en donde hace frio, pero no el suficiente para traspasar las capas de nuestro abrigo, pues está tejido con fibra de ilusión por la vida, y entusiasmo por vivirla.
TEMPORADA 2.010 - 2.011 - Nº 13
Sábado, 22 de Enero de 2011
TEMPORADA COTOS INTENSIVOS DE SALMÓNIDOS 10-11 Nº 13
Coto Camí de l´Oliva – Oliana. Intensivo sin muerte.
Rio Segre
Capturas: 2 truchas arco-iris a ninfa y 1 trucha arco-iris a mosca seca
Pescador : Ferran RUBINSTEIN
Climatología: soleado y frio
Hora de inicio de la jornada: 10,30 h.
Hora finalización jornada: 16,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 2
de Vasily S. Kalinnikov
Sonata para piano nº 1
Sonata para piano nº 2
de Anton Rubinstein
Viaje de vuelta:
Concierto para violín y orquesta nº 1
de Joachim Raff
Concierto para violín y orquesta en “LA” menor
de Alexander Glazunov
“Taras Bulba”
de Leos Janácek
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
Coto Camí de l´Oliva – Oliana. Intensivo sin muerte.
Rio Segre
Capturas: 2 truchas arco-iris a ninfa y 1 trucha arco-iris a mosca seca
Pescador : Ferran RUBINSTEIN
Climatología: soleado y frio
Hora de inicio de la jornada: 10,30 h.
Hora finalización jornada: 16,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 2
de Vasily S. Kalinnikov
Sonata para piano nº 1
Sonata para piano nº 2
de Anton Rubinstein
Viaje de vuelta:
Concierto para violín y orquesta nº 1
de Joachim Raff
Concierto para violín y orquesta en “LA” menor
de Alexander Glazunov
“Taras Bulba”
de Leos Janácek
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.