Una trucha muy especial: valió una salvada de bolo, en pleno invierno y a mosca seca. |
JORNADA DE PESCA Nº 780
¿Que se supone que debe hacer uno, en el caso de creer haber visto un espejismo? Pues, seguramente frotarse los ojos y volver a enfocar la vista hacia el punto en donde el mismo, supuestamente, ha tenido lugar. Si después de volver a mirar uno lo sigue viendo y si, de nuevo, tras otro frotamiento ocular y posterior enfocado del objetivo, la imagen sigue siendo evidente, podemos comenzar a pensar que quizás no se trate ni de una fata morgana ni tampoco de un fenómeno paranormal, sino que realmente estamos viendo algo real.
Un espejismo, o una imagen creada por alguna jugarreta de mi mente, es lo que creí ver en una amplia tabla del río, en una de las zonas libres del Llobregat de la comarca del Berguedà, a esa hora tan indefinida de una fría tarde de invierno como puede ser entre las dos y media y las tres, o sea ¿primera hora?¿bien entrada la misma?, y tras haber pasado una mañana y un mediodía tediosos, vareando un río que parecía carente de todo rastro de vida íctica. Pero tras varios frotamientos de ojos y posteriores focalizaciones, no me cupo la menor duda de lo que estaba viendo eran una, dos, tres, cuatro...¡cebas!. Si, si, putas y puñeteras cebas, las primeras que veía en todo un día de frío, aburrimiento y desesperanza. Jodidas cebas que aparecían ahora, que ya estaba físicamente agotado y moralmente derrotado, justo en un punto del río muy cercano a donde había comenzado a pescar por la mañana, pintada en esta ocasión de un gris invernal, todo y que en aquella hora prima de la jornada (la del frío en el rostro, el regusto salado del bacon del desayuno en el paladar, y el apretón intestinal que pide ser resuelto en la confidencialidad que brinda un oportuno arbusto) allí el río estuvo tan mudo e insustancial como durante el resto del día... hasta ese momento.
Sabía bien que se me presentaban las últimas oportunidades de tocar escama por ese día. Esta pequeña alegría, que en los días de invierno se da con cuentagotas, como es la actividad en superficie de los peces, dura poco y nada. Ahora comían algunos peces, que suponía eran truchas, cebándose a una tímida eclosión de bétidos, pero esa actividad, como pasa a menudo en la estación más fría del año, podía terminar súbitamente, como quien acciona un interruptor para quitar la luz .
Ahora, vendría cuando os cuento que, vistas las cebas, me pongo de nuevo a pescar, adaptando mi estrategia, o no, a este, en este caso, tan relevante hecho. Pero de momento, la narración se interrumpe aquí, pues ya veis que he comenzado, y os confieso que expresamente, la casa por el tejado con el fin de llamar vuestra atención y de que sigáis leyendo este relato. Muchas gracias por llegar hasta este punto, pero con vuestro permiso voy a dejar el desenlace del mismo para su lugar cronológicamente natural (o sea, el final), pasando desde el párrafo que viene a contar las cosas desde el principio.
Dado el desfase cronológico entre la fecha de las jornadas de pesca y el día, o días, en que tengo ocasión de ponerme al teclado del ordenador para escribirlas, resulta que a mediados de un soleado y prematuramente caluroso mes de abril estoy todavía escribiendo acerca de una jornada más del Wintereise de este invierno pasado a las zonas libres sin muerte del Llobregat, durante los meses de enero y febrero.
Este, que ya he comenzado a contar, a modo de introducción, desde su casi final, tuvo lugar el último sábado del mes de enero. Un día de esos que invitan poco o nada a estar en el río: anodino, gris y apático, con temperatura fría, aunque no negativa, gran carga de humedad ambiental y ausencia de sol, oculto por una gruesa capa de nubes de las cuales, sin embargo, no se desprendió ni una gota de agua. A partir de primera hora de la tarde la nubosidad se fue disipando e incluso apareció el sol, todo y que ya cercano a su ocaso, pero esto solo sirvió para que incluso bajase la temperatura, que quedó rozando el cero del termómetro tan pronto oscureció.
Habían pasado dos semanas, desde mi última salida de pesca, pues había intercalado entre esa y la presente una excursión a la Sierra de Prades, para hacer un recorrido senderista con mis amigos del centro excursionista del que soy socio, y el río Llobregat, a su paso por las latitudes bajas de la comarca del Berguedà seguía con un caudal de lo más bajo, cosa bastante normal en esta época del año. Eso si, la ausencia de lluvias, que este pasado invierno llegó a ser incluso alarmante, seguía manteniendo el río con el agua tan clara y prístina como hacía muchos años no veía tan abajo de la presa de La Baells.
Tras los relativamente buenos resultados de la jornada anterior, que podéis leer en este, vuestro blog, lo normal en mi, dada mi tendencia nata al poco riesgo y la auto complacencia, hubiera sido volver al mismo sitio y seguir insistiendo en los mismos escenarios y con los mismos señuelos. Sin embargo, por esta vez decidí, incluso sorprendiéndome a mi mismo, romper con el proceder habitual y presentar batalla por sorpresa en otro frente bien distinto.
Así pues, me planté en otra de las tres zonas libres sin muerte de la comarca, en las que la ley permite capturar y soltar truchas todo el año (de hecho están fuera de lo que la Ley considera "aguas trucheras"), para pescar un tramo de la misma en que hacía ¡más de quince años! que no pescaba. Claro que, por aquel entonces, esta zona libre sin muerte formaba parte de un extenso coto, que en ese tiempo era tradicional, con calendario de "temporada truchera", en el que se efectuaban repoblaciones con regularidad.
Todo y lo bajo del caudal del río, dado lo bien que me había ido la jornada anterior con el cambio de estrategia, decidí renunciar de entrada al "jogo bonito", y pasé desde el primer minuto del "partido" a prospectar minuciosamente todo escenario con un par de ninfas de considerable volumen y generoso tungsteno, lo mas "al hilo" que pueda permitir una caña de nueve pies. El hecho de que no eligiese una caña y una linea para pescar "al hilo" (de hecho tengo en mi arsenal una Guideline Fario de 10 pies para línea 4) es que no pierdo la fe en terminar sacando cola de rata, tan pronto las truchas me den ocasión de pescarlas usando ninfas ligeras, tándems o moscas secas.
Al no haber actividad, y al estar los peces totalmente pasivos a lo largo de toda la mañana y el mediodía, no me quedó otra que ir "haciendo río", siempre de subida, e ir probando en diferentes tipos de escenarios, entre los que predominaron, sobre todo, corrientes de poca velocidad y anchas tablas.
Como he dicho algunos párrafos más arriba, la jornada fue de lo más aburrida que cabe imaginar. Por suerte, en las dos semanas transcurridas desde mi anterior cita con el río, había tenido tiempo de reparar el pinchazo del vadeador, y por lo menos estuve confortablemente seco mientas me aburría. Para matar el tedio de ver siempre el combo de ninfas llegar a dragar, aguas abajo, sin haber recibido ni una picada, al menos me quedó el ir quitando verdín y algas de los anzuelos para romper la rutina.
Con tamaña falta de emociones, mi mente reacia siempre a recalentar las neuronas con problemas pragmáticos o existenciales, se fue llenando de fragmentos de música, y así pusieron banda sonora a este monótono batir el río a golpe de ninfas desde el Concierto para Piano y Orquesta de Jozef Wieniawski, una obra que he descubierto recientemente, hasta Octavas y Novenas Sinfonías de Bruckner dirigidas por Baremboim o Mehta, pasando por Terceras de Brahms por Karajan, Novenas de Mahler por Haitink, o la Cuarta de Martinú, dirigida por Fagen, supongo que esta última como anhelo de una primavera que, en ese momento, parecía lejana en el tiempo. Como cerca de cuatro horas y media de andar zurrando el río dan para mucho incluso aparecieron, ya a partir de la tercera hora y pico ¡jugarretas de la mente!, los Boney M bajando en rafting por un Río de Babilonia, la sensual Raffaella Carrá de mis catorce años, embutida en unas estrechísimas mallas de lentejuelas, cantando acerca de un corazón que explotaba, o la tan triste como bella Celine Dion cantando una canción en Fa mayor acerca del hundimiento del buque más grande jamás construido, con una pareja de enamorados dentro.
De hecho, cuando volvía, siempre con un ojo puesto en el río por si se producía "algún milagro", al punto en donde había comenzado a pescar, estaba tarareando la canción favorita de mi hija, Let it go! de la película de dibujos animados "Frozen", cuando... creí ver un espejismo.
Confirmadas las cebas, constaté que las mismas se estaban produciendo aguas abajo de mi posición en una tabla ancha con un mínimo de velocidad de agua. No eran del todo aguas paradas, dado que si que había algunas ligeras vetas de corriente, aunque los anillos no se producían casi siempre sobre dichas vetas.
La eclosión de bétidos era evidente, pero para nada abundante. La forma de los anillos de ceba delataban que los peces, presuntamente truchas, que se decidían a comer lo hacían tanto a estadios emergentes como adultos de las efémeras. Otro tema a calibrar bien, si es que finalmente me decidía a "entrar en combate", o lo mandaba todo "al carallo" y me iba ya para el coche primero, y para el bar después, tarareando la canción de "Frozen".
Como no había visto a nadie pescando, en todo el día, supuse que a esa hora, que es la que en nuestro país la gente suele estar comiendo o, como mucho, iniciando la sobremesa, generalmente televisiva, no me dí ninguna prisa en abordar el reinicio de la acción de pesca, ya que era muy improbable que nadie saliese, de improviso, de en medio del bosque, como por arte de birlibirloque, y se pusiese a tentar esos peces. Así pues, en vez de ponerme a empatar un nuevo bajo de línea, temblando como un flan, debido a los nervios generados por la expectativa de, ¡por fin!, poder salvar el bolo, lo que hice fueron las siguientes tres cosas, por este orden:
1 - Orinar, con cuidado de no salpicar el vadeador, pues es bien sabido que la acción de pesca, y también la estrategia, se aborda mejor con la vejiga vacía.
2 - Beber algo. En este caso, para no variar, uno de mis sempiternos tes con limón, pues incluso en los días fríos del invierno uno acaba teniendo sed, tarde o temprano, e hidratarse es fundamental cuando se hace deporte, y la pesca, entre otras cosas, también es eso.
3 -.Fumar con calma un cigarrillo, y aprovechar esa pequeña pausa para el humo tóxico e insalubre para concentrarse en como iba a intentar salvar el bolo.
La intuición me dijo que no valía la pena intentarlo pescando aguas abajo, ni aun haciendo valer el argumento de que las truchas verían así la mosca antes que el hilo. En contra de esta opción estaba el que si lanzaba desde relativamente lejos, como estaba, sería muy difícil controlar la deriva sin que dragase la mosca, mientras que si me acercaba más terminarían viéndome, desconfiarían y la actividad cesaría.
Armándome de paciencia, sin dejar de mirar si seguían cebándose, dí un rodeo por una orilla totalmente emboscada y repleta de zarzas y espadañas para ganarles la cola a las truchas.
Al volver a entrar en el río, maldiciendo la costra de cieno pestilente adherida a la orilla en la que me quedé literalmente adherido, tenía a mis objetivos a unos diez metros de distancia. Sin embargo, dichos objetivos se habían reducido sensiblemente. En ese momento, solo se veían dos cebas con cadencia: una sobre la veta central de ligera corriente de la taba, y otra muy arrimada a un árbol de la orilla contraria, ligeramente paralela a la más centrada.
Se me iban acabando las oportunidades. La intuición me volvió a decir que el breve festín de las truchas de esa postura en concreto estaba a punto de terminar. Urgía, pues, tomar una decisión rápida, y ejecutarla aún a riesgo de errar.
Diez metros no son una distancia complicada para lanzar, y podía ejecutar el lance cómodamente al no tener obstáculos a mi espalda. El quid de la cuestión iba a ser la mosca. Valiéndome del razonamiento de que si una trucha come imagos, posiblemente también habrá probado los subimagos, empaté al terminal uno de mis comodines más resultones: una imitación generalista de mosca emergente en un anzuelo del 18, en color gris, con hackle, alas y una exhuvia de polywing color ginger.
Evidentemente, no perdí el tiempo, y fuí directo a tentar el pez del medio de la tabla, confiando en que la leve veta de corriente me pudiera servir para enmascarar derivas defectuosas.
Uno , dos, tres lances y derivas y... a la cuarta noté como una burbuja de succión y al clavar noté tensión en la línea. ¡El pez había tomado la emergente cuando empezaba a ahogarse!. Se trataba de una preciosa fario, de buen tamaño. Todo y que tampoco estaba ofreciendo una resistencia extraordinaria, me concentré al máximo para no perder en la batalla a esa pintona que podría significar salvar el bolo, en un día en que el mismo parecía predestinado. Nada más entrar en la sacadera, se me escapó un potente, gutural y simiesco
¡¡Sííííííííííííííííííííí!!
de pura euforia, muy similar (yo creo que incluso más fuerte) que el que gritó Cristiano Ronaldo cuando ganó su último Balón de Oro.
Devuelta la preciosa pintona, de unos 35 cms., al río (un ejemplar nacido en el mismo, pero de evidentes antepasados de genética atlántica, o sea descendiente de repoblaciones lejanas en el tiempo), tras haberle hecho la preceptiva foto para tener un recuerdo de ella, salí a la orilla, me senté y me puse a fumar "el cigarrillo de la victoria" con toda la parsimonia del mundo.
Y tras esto...¿ya estaba todo el pescado vendido?. La verdad es que tras terminar de fumar aun estuve un observando el río un rato más,. a ver si volvía la actividad pero, al menos en esa postura, el mismo había quedado tan mudo y carente de señales de vida, como lo había estado antes de que se produjera el pequeño milagro del día.
Quizás, ya era hora de dejarlo estar por ese día. Pero tras tantas horas de cielos grises y humedad, la tarde había quedado despejada. Solo eran un poco más de las cuatro menos cuarto, y algo me decía que "todavía había partido".
Viendo que este episodio de cebas se había producido en una tabla, y sabiendo que río arriba y a menos de cinco minutos a pie se encontraba otro escenario similar, me dispuse a hacer una última tentativa de volver a tocar escama.
¡Mirad por donde! Todo fue llegar y ver al menos dos cebas. Sin embargo, esta vez lo tenía mucho más complicado, pues las mismas se producían sobre los metros finales de la tabla, justo donde un desnivel hace ganar fuerza a la corriente. Dado que no podía entrar en el río aguas arriba, por lo enmarañado de la vegetación y el obstáculo añadido de un árbol cruzado en medio de la tabla, no me quedaba otra que intentar presentar la mosca lanzando desde la misma corriente viva hacia el final de la tabla. Esto implicaba que nada más caer la cola de rata, esta ya arrastraba el bajo de línea y la mosca dragaba nada más posarse en el agua.
Solución: pues alargar el bajo y apilar el máximo de linea, para que cayendo laxa y desmadejada tardase algo mas en arrastrar terminal y mosca. Todo y la teoría, este del de línea apilada no es un lance fácil y además estaba cansado tras una larga jornada pateando por el río. Me apliqué mucho en poder apilar linea, e incluso alargue el bajo un poco más, pero para cuando ya estaba lanzando bien y presentando decentemente... o bien dejaron las truchas de cebarse, o algunos de mis malos lances previos las espantaron. El caso es que la alegría de un "segundo milagro del día" duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
Game over!, Fin del partido. ¡Que cosas tienen la pesca!. Un día que empieza mal y continúa peor, va y se arregla pescando una única y puñetera trucha (a mosca seca, en invierno y en una zona libre sin muerte, eso si y que conste en acta), y al final volvía al coche con la sensación de haber ganado la Champions League. Claro está que también hay grandes finales en la historia del fútbol que se han ganado por un solo gol,. y encima de penalty, e incluso las hay que han terminado con el triunfo del equipo que más ha aburrido a la concurrencia. Asimismo, en lo que a pesca se refiere, también hay días de abundancia de capturas en los que uno sale del río con una extraña sensación de haber disfrutado poco, y otros en que una sola captura y las circunstancias que la rodean te hacen sentir como flotando en una nube.
Por cierto. Deje de silbar Let It go! cuando llegué al coche.
JORNADA DE PESCA Nº 780
Sábado, 30 de enero de 2016
Temporada 2015 - 2016 - Nº 15
Zona libre sin muerte del Llobregat (ciprínidos) - El Berguedà
Río Llobregat
Pescador: Ferran RUBINSTEIN
Capturas: 1 trucha fario a mosca seca
Equipo de pesca a mosca:
Caña: Vision GT-Four - 9 pies - línea 5
Línea: Adams 6 WF - flotante
Carrete: Sage 4550
Climatología: mañana y mediodía: nubes altas y temperatura fría, pero sin valores negativos; tarde: soleada y fría.
Caudal: bajo
Condiciones de vadeo: vadeo sin dificultad, siendo recomendable el uso del bastón de vadeo.
Hora de inicio de la jornada: 10,15 h.
Hora de finalización de la jornada: 16,30 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 1
Giovanni Sgambati
Fantasía sobre temas de "El Barbero de Sevilla" de Rossini
Sigismond Thalberg
Giovanni Sgambati
Fantasía sobre temas de "El Barbero de Sevilla" de Rossini
Sigismond Thalberg
Viaje de vuelta:
Sinfonía nº 2
Ignacy Feliks Dobrzynski
Concierto para piano y orquesta en "SOL" menor
Jozef Wieniawski
"Kol Nidrei"
Max Bruch
Ignacy Feliks Dobrzynski
Concierto para piano y orquesta en "SOL" menor
Jozef Wieniawski
"Kol Nidrei"
Max Bruch
Líneas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN