"Si, al igual que yo, sois de los que creeis que tenéis poco que enseñar, mucho que aprender y aún más que compartir, éste es vuestro blog".

domingo, 13 de noviembre de 2011

JP-588. COTO DEL PEDRET. Sábado, 12/11/2011.









JORNADA DE PESCA Nº 588


El viaje de pesca de este sábado hacia Pedret, ha estado cargado de melancolía y sensación de pérdida, debido a que puede haber sido la última gran aventura de pesca en compañía y a bordo de mi actual coche, Daewoo Lanos.
Matriculado en Noviembre de 1998, o sea todavía en el siglo pasado, mi Daewoo Lanos SE 1.0 – 75 CV sedán (esto último quiere decir coche de 4 puertas con maletero), ha sido fiel y abnegado compañero de viaje durante trece años. Juntos, hemos recorrido cerca de 210.000 kms bajo soles abrasadores, lluvias torrenciales, bombardeos de granizo y nevadas siberianas. En este largo periodo de tiempo, mi viejo amigo mecánico no ha tenido ni una sola avería, y la única vez que pisó un taller allende de los mantenimientos oportunos, fue en noviembre de 2004, cuando tuve que dejarlo una semana en Alfarràs, al habérsele enredado un plástico en la correa auxiliar, mientras circulaba por la autovía de Lleida. Realmente, tendré que tener mucha suerte, para que en la lotería que siempre supone cambiar de vehículo, me toque uno tan fiable y tan rentable como el que tengo ahora.
Vehículo robusto, sólido y espartano el mio. Era de la serie básica de su tiempo, y no disponía ni de airbags, ni de frenos ABS, y aún menos de elevalunas eléctricos. Por no tener, no tenía ni CD, pues iba equipado con radio-cassette: la radio-CD se la añadí yo en el año 2004. Sin embargo, y pese a esta sobriedad, me ha dado un rendimiento excelente a nivel mecánico, y jamás ha supuesto un agravio para mi bolsillo.
Juntos, mi Daewoo Lanos y yo hemos recorrido miles de kilómetros, y hemos visto carreteras convertirse en autovías. Mirad si lleva tiempo conmigo este coche, que ha sido testigo de tantas de mis jornadas de pesca como casi todas las que llevo documentadas, pues fue en octubre de 1998, cuando empecé a llevar un registro por escrito de mi vida como pescador. Asimismo, mi coche ha sido mudo testigo de mi evolución de pescador generalista a pescador a mosca, entrando por primera vez en su maletero una caña de látigo a finales de 1999.
Tampoco podré olvidar nunca, que fue a bordo de este coche como llevé a mi hija a casa por primera vez desde el Hospital, meses después de su nacimiento y resueltas en parte las complicaciones más graves de su nacimiento prematuro. Al principio la llevábamos en el cuco, que ocupaba dos de los asientos traseros, y hoy Elisenda tiene su propia silla de niña, en ese coche al que llama “cochepapa, pi, pi, piiiiiiii ”, parafraseando ese gran clásico de los míticos “Payasos de la Tele”, y que ha devenido en uno de los temas más cantados en su etapa de preescolar, junto con “la lluna la pruna” y “en Joan Petit quan balla”, y encima en castellano, para probar que dicha lengua no sufre de discriminación alguna en Catalunya, por más que se empeñen de proclamar lo contrario algunos políticos al servicio de oscuros intereses recentralizadores.
Y además de los viajes de pesca, mi Daewoo ha llevado a mi mujer de paseo y de compras por supermercados urbanos y tiendas rurales, de excursión a mis siempre bulliciosos y simpáticos amigos del Centro Excursionista, a mi sobrino de pesca cuando antes de vivir en el extranjero venía a “cazar soggoths lovecraftianos” conmigo, a mis suegros en picnics y comidas campestres, y a mas de algún lector del blog y común amigo de esa bendita afición llamada pesca a mosca, como Francesc, Riverboy, Chef Ramon, etc.
Han pasado muchos años, y mi Daewoo Lanos y yo hemos visto la C-16 pasar de peligrosa carretera de doble sentido a segura autovía. Ha esperado paciente a que me cambiara de ropa después de pescar en la oscuridad de la noche cerrada, escuchando juntos el ulular de los buhos. Ha traqueteado conmigo a bordo por pistas pedregosas y polvorientas con la misma determinación que rodaría por la mejor pavimentada de las autopistas. Ha soportado estoico el olor de Brummel tras la acción de pesca, de tal manera que ahora es su olor natural, lejano ya el olor a tapicería nueva de su juventud, y que mata incluso al mejor de los ambientadores. Ha escuchado conmigo horas y horas de Música Clásica de compositores conocidos y no tan interpretados, con la salvedad de algún que otro CD de música de discoteca de mi mujer, y recientemente alguno de canciones infantiles de mi hija. Definitivamente ¡cuánta paciencia ha tenido conmigo este coche!.
Sin embargo, hace ya años que su valor de recompra es cero, debido a su completa amortización, y recientemente he recibido ofertas muy tentadoras de vehículos que aportan por precios muy contenidos medidas de seguridad tales como 6 airbags, frenos ABS y control de estabilidad. Este hecho, el de poder dar más seguridad a mi familia en los viajes, y el hecho de que toda inversión que haga en mi coche actual es a fondo perdido, me ha hecho emprender negociaciones para comprar un vehículo nuevo, cuya entrega no creo que se demore más allá de unas semanas.
Por todo lo expuesto hasta ahora, comprenderéis que en este sábado de Veranillo de San Martín, me haya sentido un poco triste por el fin de prestación de servicios de mi amigo de chapa. Quizás lo coloque a un colega del trabajo, para pequeños desplazamientos, o quizás lo entregue para el desguace, cosa que me daría una inmensa pena, pero lo cierto es que, por muy ilusionado que esté con el coche nuevo, no he podido dejar que la melancolía me invadiese incluso antes de cargar bolsas y cañas por enésima vez en el maletero, e incluso se me escapase alguna lágrima.
Para nuestra última gran aventura juntos, he elegido ir a pescar a Pedret, ese Pedret que tanto gusta a mi coche, con esa pista pedregosa, que antaño fuera la via férrea, y que le hace soñar en una resurrección en el cielo de los coches, convertido en un todoterreno de alta gama. Puede que incluso, hubiese una última salida de pesca juntos, según los plazos de entrega del nuevo vehículo, pero ya no sería a ese mágico Pedret que tanto nos gusta a mi Daewoo Lanos y a mi...¿o quizás si?.
Bien, después de la larga parrafada sentimental, voy a empezar a hablar de pesca, no sea que los lectores terminen yéndose a otro blog, a ver muchas fotos y leer poca letra, o a otros foros en donde no se debate, sino se asientan con babeante admiración opiniones con aspiraciones a devenir en dogmas de fe.
Cuesta mucho, incluso a toro pasado, definir como fue esta última jornada de pesca. Sólo los que llevan muchas horas de rio, bien sea pescando, bien sea enredando líneas y moscas en los árboles y cañaverales, saben que hay días en los que con los números en la libreta parece que se ha pescado bien poco, y sin embargo se tiene la sensación de haber pescado mucho, y de haberse uno divertido enormemente. Pues esa sería la descripción más aproximada de esta última salida. Para los que quieran algo más sencillo y entendible, lo diré con un solo palabra: raro.
A diferencia de las dos últimas semanas, de cielos grises e intensa humedad, este sábado, una vez despejadas las brumas matinales, lució el sol y la temperatura fue sumamente agradable, y libre de la sensación de bochorno de los dos últimos fines de semana. Quizás esto activó a las truchas a comer muchas horas en superficie.
En teoría, esta semana sólo tenían que haber repoblado con 100 kgs de trucha arco-iris, pero la verdad es que yo al menos noté muy poco la repoblación. Una de las cosas más curiosas de esta jornada, con un predominio absoluto de capturas a mosca seca (6 de 7), es que todas las truchas que capturé y solté eran no tan solo de buen tamaño, sino que incluso no eran “muñonas” de repoblación, teniendo todas muy bien desarrolladas las aletas, prueba evidente de que llevaban ya un tiempo en el rio, y en ese tiempo habían aprendido a ser más selectivas (a volverse “mas putas”, vaya), y que pasasen olímpicamente de pompones, ninfas de colorines de la Srta. Pepis, marcianitos diversos e incluso de secas impecables y testadas en olimpos Pallarenses a la que estas no bajaban en una perfecta deriva.
Dicen que el que la sigue la consigue. Pues bien, tras dos semanas intentándolo ¡por fin cayó la fario! Ya hace dos sábados atrás, mi amigo Antonio “El Pintor” demostró que pescando fino las farios del Pedret salen de sus escondites. Este sábado, y víctima de uno de mis culipatos, cayó en mi sacadera una fario de 35 cms. con una bellísima librea
de esas de vientre amarillento, una de las truchas más bonitas que he pescado en Pedret a lo largo de los años.
Todo y la ausencia de lluvia, el rio bajaba ligeramente tomado, con un tono verdoso a la hora en que me planté a montar la caña en la parte superior del coto. Curiosamente, y tal como ha observado un contertulio del foro de Catalunya de Conmosca en una entrada reciente, a media mañana el caudal del rio bajó por lo menos medio metro, y el agua fue aclarándose a lo largo del dia, hasta quedar medianamente transparente a primera hora de la tarde.
Mis primeras varadas, en las mismas posturas en las que me divertí tanto la anterior semana, obtuvieron una ausencia total de picadas. Tras una hora y media larga de no ver ni indicios de peces en el rio, llegué a la conclusión de que posiblemente esta semana la repoblación en vez de iniciarse en la palanca del puente derruido y de allí hacia abajo (parte alta del coto), quizás hubiera comenzado de la Tabla de Carburos hacia arriba (parte baja del coto). Así pues, puse mi coche rumbo a la parte media, para ver por donde empezaba a tener picadas, o por lo menos a ver algún indicio de movimiento de peces.
Aún tardé un buen rato en localizar cebas, en una tabla larga en la mitad alta de la parte baja del coto (esto es, justo antes del primer túnel, yendo de Cal Rosal hacia el Puente del Pedret por la pista). El problema es que se cebaban aguas abajo, y al final de la tabla, aunque bastante lejos, había un mosquero pescando, parece ser sobre ceba vista, y poniéndose morado a capturar truchas. Intenté atajar por la orilla, para acceder a las cebas más cercanas a mi pescándolas aguas arriba, pues aguas abajo no responderos debido a la distancia y el dragado de la mosca. Sin embargo, creo que entré mal en el rio, pues no respondieron ni al tándem, y menos aún a la seca que intentaba presentar con el problema añadido de una maraña de vegetación a mi espalda. Finalmente, la necesidad de orinar se impuso a toda otra consideración y salí del rio. El otro pescador, todo y pescar lento, iba ganando metros, y no era mi deseo molestarle, así que decidí probar suerte unos trescientos metros más abajo, en una balsa en donde suelen cebarse las truchas cuando el rio presenta óptimas condiciones.
No me equivoqué demasiado: al llegar a la balsa, se estaban cebando, algunas con gran regularidad y otras esporádicamente. Aquí vino uno de los mayores chascos de la jornada, pues no conseguí ni una miserable picada de ninguna de las truchas que se estaban dando el festín, como mucho un par de rechazos y poca cosa más,
Dispuesto a no entestarme a sacar esas truchas, so pena de acabar con un bolo más grande que el portaaviones “Príncipe de Asturias”, domé mi orgullo y me dispuse a ser práctico y a reflexionar: no me estaba “comiendo un torrao” en las aguas paradas, entonces: vamos a buscar corrientes, y a montar de muevo el tándem.
Otra salida del rio, y otra caminata pista abajo, sudando bajo el sol de “Veranillo de San Martín”, me llevó a una zona de corrientes muy lentas, pero corrientes al fin y al cabo, en donde suele haber actividad en días como estos de buena climatología y poca gente en el rio. Además, sería un placer visitarlo, pues es uno de los parajes más bonitos de este ya de por si bello paraje conocido como El Pedret.
Eran ya la una pasada del mediodía, y el fantasma del ignominioso bolo planeaba sobre mi cabeza. Estaba seguro que por poca repoblación que hubiera, rascando ninfas en las piedras de las corrientes comenzaría a sacar truchas, pero me resistía a esa idea, pues estaba claro que había truchas en toda la parte baja del coto comiendo arriba, bien fueran secas o emergentes, y echarse a pescar “tungstenizado” en un día así sería admitir un fracaso peor que hacer un bolo: el de haberse conformado con el aburrimiento y la relativa seguridad, pudiendo haber pasado un rato divertido.
Por suerte, el fantasma del bolo planeó solo unos minutos más. El tiempo de hacer un cambio de bajo de línea para adaptarlo al tándem, y de hacerle pasar la ninfita por los morros de la primera ceba que vi en la correntita: bolo evitado a la una y veinte ¡uno de los días que más he tenido que sudar tinta de calamar para tocar escama!… y precisamente en un intensivo.
Un análisis visual de la situación, mientras me relajaba fumando un cigarrillo tras la primera captura, reveló que una gran cantidad de truchas cebándose estaban aguas debajo de mi posición, Así pues, crucé el rio y gané la otra orilla, y a través de una zona pantanosa (de la que salí apestando a cieno) para evitar pisar el rio, me plante “de cara” a la corriente.
El principio fue fulgurante: nada más comenzar a pescar, dos truchas se hicieron con la ninfita, lomeando en apenas un palmo de agua. Ambas las perdí tras una corta batalla, cosa que evidenciaba que aparte de con el resabiamiento de las truchas, tendría que batallar también contra mi propia, habitual y gran torpeza. Eso si, a la tercera va la vencida, y por fin ensalabré la segunda trucha de la jornada. Dos truchas al marcador, y ambas no muñonas… de ahí estos resabiamientos con las moscas, seguramente todos peces que estaban activos comiendo eran truchas con un tiempo ya de veteranía en el rio.
Ante mi, en esa tabla de tan poca profundidad, se cebaban incansables unas cuantas truchas. Viendo la dificultad de manejarlas una vez clavadas las anteriores con la ninfa, pasé a pescar a seca, aprovechando tener como aliado ese débil tiro de la corriente, y en poco rato la jornada había cambiado de color, al capturar dos truchas seguidas, merced a la polivalencia de las incombustibles moscas de CDC.
Al final de la tabla, volvía a estar en el punto por donde había vadeado. Hora de parar un momento, bajo ese sol bonancible pero que me estaba haciendo sudar, y tomar un refresco de mi sempiterna bolsa isotérmica. Mientras estaba en ello, y aprovechando para fumar con calma, me di cuenta de un incansable cebarse de “algo” en las aguas paradas de un poco más arriba, muy arimadito a un árbol.
Pese a lo complicado que había sido todo en aguas paradas en ese dia, decidí probar, haciendo la máxima puntería posible, y cual no fue mi sorpresa cuando de repente un relámpago dorado atravesó la oscuridad verdosa del agua, y de repente me vi combatiendo con toda una fario del Pedret, que al final resultó ser un precioso ejemplar de más de 35 cms. de una preciosa librea y vientre amarillo intenso: una de las truchas fario más bonitas que he pescado en Pedret en muchos años.
Celebrado el inesperado éxito con unos gritos de euforia ¡fario!¡fario!, resolví cambiar de postura e ir a ver como estaba la actividad en el parado de agua que hay justo encima del salto de agua de la estación de aforo de Pedret. Subido a una piedra y esquivando ramas de árboles, fui dejando bajar la mosca, buscando la picada de unas cuantas truchas que “patrullaban” comiendo saben las ninfas y ondinas del rio qué. Lo curioso, es que después de varios rechazos y de fallar varias clavadas, en el momento en que sujetaba la caña bajo el sobaco para encender un cigarrillo, y con la mosca dragando como un windsurfista, la misma desapareció de mi vista, y al recuperar la posición de la caña me encontré con que ya tenía clavada un trucha, que me regaló varias cabriolas y acrobacias antes de terminar en mi sacadera.
Viendo que las truchas estaban muy activas, pero aguas debajo de mi posición, y viendo que no las podía abordar cara al rio, decidí pescarlas agua abajo con un par de ahogadas, y aquí viene uno de esos momentos tan hilarantes como desquicientes con que la práctica de la pesca a mosca nos suele regalar a menudo, pues llegué a clavar hasta cuatro truchas, y ninguna llegó a mis manos: dos por mi torperza en la pelea, y otras dos mas porque se fueron con ambas moscas rio abajo, debido a un nudo mal hecho.
Como suele suceder, y seguramente a más de algún lector le habrá acontecido, el tiempo pasa muy rápido cuando uno se lo está pasando bien, y yo había perdido la noción del mismo, y cuando me dí cuenta, la tarde había avanzado más de lo que creía.
De vuelta hacia el coche, en una tarde en la que las sombras avanzaban rápido, pero que se resistía a dejar de ser luminosa, fui observando más que pescando, hasta que al final opté por dar una nueva oportunidad a la postura en la que había visto al otro mosquero cercano un mediodia que ahora se me antojaba como irreal y lejano en el tiempo. Seguramente las truchas que con tanta insistencia moscardeaban entonces, estarían ahora muy “zurradas”, pero estaba seguro de que aquel señor las había soltado, y pasado el susto de la captura, volverían a estar activas.
No me equivoqué en lo más mínimo: alli estaban, pero realmente reesabiadas, tal y como pude comprobar ya en las primeras varadas. Ya no había sol, y la tabla había quedado en la penumbra de una tarde de otoño. Fui pescando despacio hasta media tabla, consciente de que me quedaba como mucho media hora de luz, tiempo allende del cual tendría realmente problemas para salir del rio. También, de paso, fui obteniendo el rechazo sistemático de las múltiples truchas a las secas, ahogadas e incluso una microninfa sin cabeza metálica que les fui presentando. Al llegar a media tabla, decidí dar media vuelta y salir del rio mientras hubiera luz, y fue entonces cuando vi que estaban tan locas por cebarse que incluso había vuelto a hacerlos las que estaban a mi espalda, por donde ya había pasado, y que ahora tenía aguas abajo.
Como mucho, diez minutos para el último cartucho: una efémera de hackle de gallo de mi amigo Francesc Bernal, de las que me regaló ex profeso para pescar en Bonabé la temporada pasada, presentada aguas abajo, y a esperar el milagro antes de que dragase.
Como para compensar mi mal rato con la seca, y cuando ya estaba decidido a salir del rio, ¡zas! tomó la mosca una señora trucha con la que sostuve una buena pelea, otra de esas arco-iris que se han asilvestrado, y presumen de aletas de pez de verdad.
En el último tramo de camino hacia el coche, fuera ya de la lóbrega vaguada en donde había estado pescando a última hora, aún pude disfrutar un poco de la luz del sol justo en el momento de su ocaso.
Como la semana anterior, y como tantas otras en otros otoños y otros inviernos de mi vida como pescador, terminé cambiándome en la penumbra. Tras el habitual embadurnado con “Brummel”, volvió a darme el antojo de comer churros, pero en esta ocasión, la churrería ambulante de la Fira del Bolet de Cal Rosal estaba cerrada, así que me terminé yendo a merendar a Gironella, previa compra del oportuno pastelito en el establecimiento de mi amiga Ramona.
Durante el camino de vuelta a casa, escuché la turbulenta Sinfonía nº 12 de Shostakovich, subtitulada como “El año 1917”, y dedicada a esos aciagos dias de la Revolución de Octubre. Como si fuera la música de una película, dedicada en este caso al fervor revolucionario, uno cree ver, tan solo a la mitad del primer movimiento, al crucero “Aurora” enfilando rumbo y cañones hacia el Palacio de Invierno del Petrogrado de aquel entonces.
Música para tiempos políticos confusos. Hoy en día, tras dar por finiquitada –quizás de un modo demasiado anticipado- la revolución, la tiranía de los mercados, la oligarquía y los lobbies pretender arrebatar a los trabajadores los derechos conseguidos no en urna alguna, sino a base de huelgas, sudor y sangre. Espero que por el bien de todos, que nadie de por enterrada la capacidad de pueblo para cabrearse, y que nose banalice una indignación que creo del todo justa.



TEMPORADA 2011 - 2012 - Nº 7

Sábado, 12 de Noviembre de 2011

TEMPORADA DE COTOS INTENSIVOS DE SALMÓNIDOS 11-12 – Nº 7

Coto del Pedret

Rio Llobregat

Pescador: Ferran RUBINSTEIN

Capturas:

4 truchas arco-iris a mosca seca, 2 truchas arco-iris a ninfa y 1 trucha fario a mosca seca.

Climatología: soleado y templado.

Hora de inicio de la jornada: 10,15 h.


Hora finalización jornada: 17,00 h.


La música de hoy:

Viaje de ida:

Sinfonía nº 6
“Una Fiesta Eslava”
Alexander Glazunov


Viaje de vuelta:

Sinfonía nº 12 “el año 1917”
Dmitri Shostakovich

Obertura Triunfal
Anton Rubinstein


Lineas Tensas!

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