JORNADA DE PESCA Nº 587
Monsieurs et madames, ladies and gentlemen, el Gran Circo de Pedret sigue dando el mayor espectáculo en cada función, por el módico precio de un ticket de pesca… pasen y vean.
Tras una semana de lluvias, inundaciones, cortes de carreteras y salidas de urgencias de los servicios de bomberos a lo largo y a lo ancho de nuestra geografía, ni siquiera el siempre limpio Pedret se ha librado del chapapote de barro en disolución este pasado fin de semana. Pese al aporte permanente de agua limpia desde el pantano de La Baells, la Riera de Metge i otros torrentes secundarios se han encargado de chocolatear el agua, y de paso aportar un caudal extra al rio Llobregat hasta la salida del canal industrial de Berga, justo debajo de la “tabla de Carburos”.
Sin embargo, y como parece ser que “todo es posible en Pedret”, y que truchas haberlas hailas, por esta vez el agua turbia y el caudal extra no me han servido de excusa para no pescar. Además ¿quién dice que no se puede pescar a mosca con el agua turbia? Vamos a ver, las truchas están, y aunque su inactividad se deba a que ya se han hartado de comer, debido al aporte extra de pitanza que ha ido bajando arrastrada rio abajo, o bien a que la bajada de presión atmosférica las ha desactivado, siempre son susceptibles de echarle un buen mordisco a una suculenta San Juan worm o a una excitante y sensual pom-pom, máxime tratándose de pescar truchas arco-iris de repoblación. Para más recochineo, bastó que con el transcurso de las horas se aclarase tan sólo ligeramente el agua, pasando del marrón chocolate al verde, para que las más avezadas de entre las forzadas gladiadoras del rio dieran la cara por arriba, y alguna que otra se diera un festín de plecópteros antes de terminar en mi sacadera, y de allí de nuevo al rio a seguir poniéndose morada, tras reponerse del susto, claro está.
La jornada se dividió en dos mitades completamente diferentes. La primera, durante una mañana en que incluso el sol se atrevió a asomarse entre el grueso manto de nubes, y en la que el rio bajaba completamente amarronado. Pese a que no se veía ni traza de actividad de las truchas, ni en superficie ni debajo de la misma, en uno de los lances repetitivos en una de las muchas posturas que fui prospectando con tanta paciencia como fe, una ligera tensión en la línea me advirtió de que algo ¿tronco, rama, pez? había detenido el discurrir de una de mis dos ninfas ¿cuál sería? ¿pom-pom o lombriz de chenille? Tras una corta pelea “a ciegas” con un pez “misterioso” que peleaba detrás de la opacidad del agua, pude ver que la trucha, de repoblación, se había enganchado en la pom-pom, ninfa esta atractora de mikiis por excelencia.
A eso de las dos de la tarde, tras haber gastado grandes dosis de paciencia, y de permanecer a pie de rio con un estoicismo digno de Zenón de Citio o de Séneca, y cuando más se nublaba el día, el rio comenzó, sin embargo, a clarearse un poco, fruto de las horas sin lluvia, y del aporte permanente de agua limpia desde el pantano de La Baells.
Entonces, comenzó la fiesta. Primero fue una ceba esporádica, después dos, y después varias. Se terminó el pescar “pesado”, y vamos a cambiar de aparejo y de bajo de línea si hace falta, pero…¿qué carallo están comiendo? Por el rio bajaban esporádicamente plecópteros marrones y a veces otros negros, pero las truchas parecían estar lomeando más que boqueado. Freno y punto muerto: toca reflexionar. La apuesta: en caso de duda, y sobre todo no teniendo ni una imitación decente de emergente de plecóptero en mi caja, recurrir a las socorridas y tan denostadas ahogadas de buldó, socorridos y recurrentes comodines donde los haya, pero trabajando en tándem al final de mi bajo de línea.
En previsión de que esas fuesen las únicas truchas que moscardeaban, y por si acaso ya no veía más cebas en todo lo que quedaba de día, tomé incluso precauciones adicionales, como salir del rio y pescar sobre ceba vista, pero aguas abajo, al más puro estilo “ofegada fent el vano”. Tras dos derivas infructuosas, poco tardó una de las truchas en pegarle dentellada a la ahogada naranja, que en este caso hacía de bailarín y semibailarín a la vez. Corta pelea, sin concesiones, y a la sacadera. ¡Anem per feina! Sin pausa para el cigarrillo del éxito –variante del relax post coital pero en versión adaptada a la pesca a mosca- a por la otra que se cebaba en la orilla opuesta. Otras dos pasadas y ¡picadón brutal! en este caso a la morada que hacía el papel de obligado rastro. Esta vez si, trucha al agua y cigarrillo para relajar la tensión, y de paso ver si alguna otra trucha más asoma el morro.
Tras unas cuantas varadas más, sin respuesta por parte de los peces, decidí ir avanzando rio arriba y observar más que pescar, a ver si detectaba más cebas, cosa que no tardó en suceder. En este caso, una repetitiva, constante, machacona, casí rítmica en la siempre difícil postura de “correntita suave” en la orilla contraría juuuuuuusttttoooooo donde caen las ramas de los árboles: la típica trucha de la que pasas si llevas un dia “sobrao” de capturas, pero que dadas las circunstancias no podía desperdiciar.
Los primeros intentos de hacer puntería, se saldaron, como podéis suponer con la pérdida del tándem de ahogadas previo enganchamiento en rama de aliso (casuística nº 3540 del manual del lanzador torpe). Así pues. Aproveche la eventualidad para cambiar a mosca seca, y con un poco más de acierto, meter la socorrida efémera de CDC, que a nada y a todo imita en esa oquedad, recibir una ligera picada, y tras el revolcón recuperar sólo la mosca, pero bien babeada.
No me amedrentó el hecho de que la trucha hubiera “probado hierro”, pues no debió probar mucho a tenor de que volvía a cebarse. Así pues, con esa paciencia rayana en el masoquismo que tenemos algunos pescadores, volví a rehacer el tándem de ahogadas con las mismas (y últimas de mi caja, por cierto) moscas, y ¡esta vez si! Por fin clavar esa codiciada trucha, pelearle, y de repente ¡ver con desesperación como se llevaba mis ahogadas a su refugio, pues mi bajo de línea había sido víctima de algo tan tonto pero tan frecuente como un nudo mal hecho.
La jornada había pasado de ser anodina, a realmente excitante en menos de tres cuartos de hora. Estaba seguro de que me esperaban más emociones esa tarde. Amenazaba lluvia, pero eso frecuentemente excita aún más a las truchas a comer. Venga ¡rio arriba y a mirar con cariño toda la superficie del agua, en busca de esas cebas que son el preludio de la emoción.
Ni diez minutos después, para mi sorpresa y satisfacción, di con una tabla larga en la que se cebaban no una, ni dos, ni tres, ni cuatro sino todo un auténtico mogollón de truchas, que parecían estar poseídas por un tremendo frenesí. A mucha distancia, desde unas rocas, con los pies secos, tentaban a buldó y a cucharilla un par de pescadores de lance. Así pues, me situé al inicio de la tabla, justo donde apretaba la salida de la corriente, para pescarla aguas arriba.
Para no “alterar el gallinero” más de lo necesario, todo y que las truchas más distantes de mi parecían indiferentes al bombardeo de boyas y cucharillas, pasé a centrarme en las que tenía más cerca, y aprovechando el frenesí, no tardé en que tres truchas repobladas de esas que “ya han aprendido a moscardear” terminasen en mi sacadera gracias, como no, a los socorridas “culipatos”.
El auténtico calvario llegó cuando empecé a alargar la distancia, para llegar a la altura de las que estaban cebándose en el centro de la tabla. Otra vez, tuve que pagar una justa penitencia por ser tan vago y desidioso. Veréis, resulta que mi seda paralela esta desengrasada y además sucia como una cueva de trolls. Por tanto, no es de extrañar que con lo empapada de agua que ya estaba tras haber bregado con la pesca con ahogadas, se hundiese y no precisamente con letitud, formando una comba que hacía dragar de buenas a primeras mi mosca, por muchas rectificaciones en el bajo de linea que le hiciera. Todo y así, mira si estaban locas las truchas por comer, y lo inexpertas que debían ser, que aún clavé tres o cuatro, pero tan mal y debilmente, debido a la curvatura bajo el agua de la línea, que las perdí nada mas clavar.
Empezó a llover, una débil llovizna de corta duración, y visto el fracaso de pescar largo en esas condiciones, pase a pescar a tándem de tricóptero y microninfa, con la esperanza de que alguna trucha se interesase por la imitación sumergida. Sin embargo, estaba visto que era el dia de las sorpesas en el Circo del Pedret, pues de un modo inesperado, una buena trucha, quizás la mejor en tamaño de todo el dia, apareció de la nada para clavarse en el tricóptero, pero también estaba visto que la estrella de la pista era el payaso, pues no pude ni retener al pez más que unos segundos hasta que se me desclavó.
Cansado de tantas emociones, y con el fin de aliviar mi vejiga, salí del rio, y tras la micción pasé a ir tanteando posturas, cercana ya la hora de recoger trastos, con un aparejo “al hilo” de seca y ninfa. Este último paseo, pescando pausadamente, aún dio de si lo suficiente como para que una trucha tomase mi ninfa (una que precisamente mereció de mi buen amigo Antonio “El Pintor” el elogio de ser “la ninfa más fea que he visto en mi vida”) antes de acabar en el salabre, y de que tras tres ataques consecutivos, una trucha muy juguetona cerrase la cuenta de capturas del dia al clavarse al fin en el tricóptero de pelo de ciervo de mi aparejo de doble imitación.
Esta vez, no hubo merienda pastelera, sino churrera. Aprovechando que han instalado una churrería en la Feria de Cal Rosal, la ya famosa “Fira del Bolet”, aproveché para satisfacer mi capricho de una merienda con churros, a doble ración, de los tradicionales con azúcar, y también de los de chocolate.
Aprovechando la lenta vuelta a casa bajo la lluvia, que desde Manresa arreció con bastantes ganas, estuve reflexionando sobre la gran cantidad de kilómetros que llevo recorridos con mi fiel Daewoo Lanos, modelo básico del año 1.998. Creo que es cuestión de ir haciendo un pensamiento, y renovar el coche. Os adjunto una foto de un vehículo que me encanta, todo y que de tenerlo, creo que me dejaría el sueldo en gasolina, y sobre todo en repuestos.
TEMPORADA 2011 - 2012 - Nº 6
Sábado, 5 de Noviembre de 2011
TEMPORADA DE COTOS INTENSIVOS DE SALMÓNIDOS 11-12 – Nº 6
Coto del Pedret
Rio Llobregat
Pescadores: Ferran RUBINSTEIN
Capturas:
4 truchas arco-iris a mosca seca, 2 truchas arco-iris a mosca ahogada y 2 truchas arco-iris a ninfa.
Climatología: nublado y templado.
Hora de inicio de la jornada: 10,30 h.
Hora finalización jornada: 17,15 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 2
Vasily S. Kalinnikov
“El Ideal”
Franz Liszt
Viaje de vuelta:
“Ball Suite”
Franz Lachner
“Ein Festes Burg”
Joachim Raff
“Hungaria”
Franz Liszt
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
Monsieurs et madames, ladies and gentlemen, el Gran Circo de Pedret sigue dando el mayor espectáculo en cada función, por el módico precio de un ticket de pesca… pasen y vean.
Tras una semana de lluvias, inundaciones, cortes de carreteras y salidas de urgencias de los servicios de bomberos a lo largo y a lo ancho de nuestra geografía, ni siquiera el siempre limpio Pedret se ha librado del chapapote de barro en disolución este pasado fin de semana. Pese al aporte permanente de agua limpia desde el pantano de La Baells, la Riera de Metge i otros torrentes secundarios se han encargado de chocolatear el agua, y de paso aportar un caudal extra al rio Llobregat hasta la salida del canal industrial de Berga, justo debajo de la “tabla de Carburos”.
Sin embargo, y como parece ser que “todo es posible en Pedret”, y que truchas haberlas hailas, por esta vez el agua turbia y el caudal extra no me han servido de excusa para no pescar. Además ¿quién dice que no se puede pescar a mosca con el agua turbia? Vamos a ver, las truchas están, y aunque su inactividad se deba a que ya se han hartado de comer, debido al aporte extra de pitanza que ha ido bajando arrastrada rio abajo, o bien a que la bajada de presión atmosférica las ha desactivado, siempre son susceptibles de echarle un buen mordisco a una suculenta San Juan worm o a una excitante y sensual pom-pom, máxime tratándose de pescar truchas arco-iris de repoblación. Para más recochineo, bastó que con el transcurso de las horas se aclarase tan sólo ligeramente el agua, pasando del marrón chocolate al verde, para que las más avezadas de entre las forzadas gladiadoras del rio dieran la cara por arriba, y alguna que otra se diera un festín de plecópteros antes de terminar en mi sacadera, y de allí de nuevo al rio a seguir poniéndose morada, tras reponerse del susto, claro está.
La jornada se dividió en dos mitades completamente diferentes. La primera, durante una mañana en que incluso el sol se atrevió a asomarse entre el grueso manto de nubes, y en la que el rio bajaba completamente amarronado. Pese a que no se veía ni traza de actividad de las truchas, ni en superficie ni debajo de la misma, en uno de los lances repetitivos en una de las muchas posturas que fui prospectando con tanta paciencia como fe, una ligera tensión en la línea me advirtió de que algo ¿tronco, rama, pez? había detenido el discurrir de una de mis dos ninfas ¿cuál sería? ¿pom-pom o lombriz de chenille? Tras una corta pelea “a ciegas” con un pez “misterioso” que peleaba detrás de la opacidad del agua, pude ver que la trucha, de repoblación, se había enganchado en la pom-pom, ninfa esta atractora de mikiis por excelencia.
A eso de las dos de la tarde, tras haber gastado grandes dosis de paciencia, y de permanecer a pie de rio con un estoicismo digno de Zenón de Citio o de Séneca, y cuando más se nublaba el día, el rio comenzó, sin embargo, a clarearse un poco, fruto de las horas sin lluvia, y del aporte permanente de agua limpia desde el pantano de La Baells.
Entonces, comenzó la fiesta. Primero fue una ceba esporádica, después dos, y después varias. Se terminó el pescar “pesado”, y vamos a cambiar de aparejo y de bajo de línea si hace falta, pero…¿qué carallo están comiendo? Por el rio bajaban esporádicamente plecópteros marrones y a veces otros negros, pero las truchas parecían estar lomeando más que boqueado. Freno y punto muerto: toca reflexionar. La apuesta: en caso de duda, y sobre todo no teniendo ni una imitación decente de emergente de plecóptero en mi caja, recurrir a las socorridas y tan denostadas ahogadas de buldó, socorridos y recurrentes comodines donde los haya, pero trabajando en tándem al final de mi bajo de línea.
En previsión de que esas fuesen las únicas truchas que moscardeaban, y por si acaso ya no veía más cebas en todo lo que quedaba de día, tomé incluso precauciones adicionales, como salir del rio y pescar sobre ceba vista, pero aguas abajo, al más puro estilo “ofegada fent el vano”. Tras dos derivas infructuosas, poco tardó una de las truchas en pegarle dentellada a la ahogada naranja, que en este caso hacía de bailarín y semibailarín a la vez. Corta pelea, sin concesiones, y a la sacadera. ¡Anem per feina! Sin pausa para el cigarrillo del éxito –variante del relax post coital pero en versión adaptada a la pesca a mosca- a por la otra que se cebaba en la orilla opuesta. Otras dos pasadas y ¡picadón brutal! en este caso a la morada que hacía el papel de obligado rastro. Esta vez si, trucha al agua y cigarrillo para relajar la tensión, y de paso ver si alguna otra trucha más asoma el morro.
Tras unas cuantas varadas más, sin respuesta por parte de los peces, decidí ir avanzando rio arriba y observar más que pescar, a ver si detectaba más cebas, cosa que no tardó en suceder. En este caso, una repetitiva, constante, machacona, casí rítmica en la siempre difícil postura de “correntita suave” en la orilla contraría juuuuuuusttttoooooo donde caen las ramas de los árboles: la típica trucha de la que pasas si llevas un dia “sobrao” de capturas, pero que dadas las circunstancias no podía desperdiciar.
Los primeros intentos de hacer puntería, se saldaron, como podéis suponer con la pérdida del tándem de ahogadas previo enganchamiento en rama de aliso (casuística nº 3540 del manual del lanzador torpe). Así pues. Aproveche la eventualidad para cambiar a mosca seca, y con un poco más de acierto, meter la socorrida efémera de CDC, que a nada y a todo imita en esa oquedad, recibir una ligera picada, y tras el revolcón recuperar sólo la mosca, pero bien babeada.
No me amedrentó el hecho de que la trucha hubiera “probado hierro”, pues no debió probar mucho a tenor de que volvía a cebarse. Así pues, con esa paciencia rayana en el masoquismo que tenemos algunos pescadores, volví a rehacer el tándem de ahogadas con las mismas (y últimas de mi caja, por cierto) moscas, y ¡esta vez si! Por fin clavar esa codiciada trucha, pelearle, y de repente ¡ver con desesperación como se llevaba mis ahogadas a su refugio, pues mi bajo de línea había sido víctima de algo tan tonto pero tan frecuente como un nudo mal hecho.
La jornada había pasado de ser anodina, a realmente excitante en menos de tres cuartos de hora. Estaba seguro de que me esperaban más emociones esa tarde. Amenazaba lluvia, pero eso frecuentemente excita aún más a las truchas a comer. Venga ¡rio arriba y a mirar con cariño toda la superficie del agua, en busca de esas cebas que son el preludio de la emoción.
Ni diez minutos después, para mi sorpresa y satisfacción, di con una tabla larga en la que se cebaban no una, ni dos, ni tres, ni cuatro sino todo un auténtico mogollón de truchas, que parecían estar poseídas por un tremendo frenesí. A mucha distancia, desde unas rocas, con los pies secos, tentaban a buldó y a cucharilla un par de pescadores de lance. Así pues, me situé al inicio de la tabla, justo donde apretaba la salida de la corriente, para pescarla aguas arriba.
Para no “alterar el gallinero” más de lo necesario, todo y que las truchas más distantes de mi parecían indiferentes al bombardeo de boyas y cucharillas, pasé a centrarme en las que tenía más cerca, y aprovechando el frenesí, no tardé en que tres truchas repobladas de esas que “ya han aprendido a moscardear” terminasen en mi sacadera gracias, como no, a los socorridas “culipatos”.
El auténtico calvario llegó cuando empecé a alargar la distancia, para llegar a la altura de las que estaban cebándose en el centro de la tabla. Otra vez, tuve que pagar una justa penitencia por ser tan vago y desidioso. Veréis, resulta que mi seda paralela esta desengrasada y además sucia como una cueva de trolls. Por tanto, no es de extrañar que con lo empapada de agua que ya estaba tras haber bregado con la pesca con ahogadas, se hundiese y no precisamente con letitud, formando una comba que hacía dragar de buenas a primeras mi mosca, por muchas rectificaciones en el bajo de linea que le hiciera. Todo y así, mira si estaban locas las truchas por comer, y lo inexpertas que debían ser, que aún clavé tres o cuatro, pero tan mal y debilmente, debido a la curvatura bajo el agua de la línea, que las perdí nada mas clavar.
Empezó a llover, una débil llovizna de corta duración, y visto el fracaso de pescar largo en esas condiciones, pase a pescar a tándem de tricóptero y microninfa, con la esperanza de que alguna trucha se interesase por la imitación sumergida. Sin embargo, estaba visto que era el dia de las sorpesas en el Circo del Pedret, pues de un modo inesperado, una buena trucha, quizás la mejor en tamaño de todo el dia, apareció de la nada para clavarse en el tricóptero, pero también estaba visto que la estrella de la pista era el payaso, pues no pude ni retener al pez más que unos segundos hasta que se me desclavó.
Cansado de tantas emociones, y con el fin de aliviar mi vejiga, salí del rio, y tras la micción pasé a ir tanteando posturas, cercana ya la hora de recoger trastos, con un aparejo “al hilo” de seca y ninfa. Este último paseo, pescando pausadamente, aún dio de si lo suficiente como para que una trucha tomase mi ninfa (una que precisamente mereció de mi buen amigo Antonio “El Pintor” el elogio de ser “la ninfa más fea que he visto en mi vida”) antes de acabar en el salabre, y de que tras tres ataques consecutivos, una trucha muy juguetona cerrase la cuenta de capturas del dia al clavarse al fin en el tricóptero de pelo de ciervo de mi aparejo de doble imitación.
Esta vez, no hubo merienda pastelera, sino churrera. Aprovechando que han instalado una churrería en la Feria de Cal Rosal, la ya famosa “Fira del Bolet”, aproveché para satisfacer mi capricho de una merienda con churros, a doble ración, de los tradicionales con azúcar, y también de los de chocolate.
Aprovechando la lenta vuelta a casa bajo la lluvia, que desde Manresa arreció con bastantes ganas, estuve reflexionando sobre la gran cantidad de kilómetros que llevo recorridos con mi fiel Daewoo Lanos, modelo básico del año 1.998. Creo que es cuestión de ir haciendo un pensamiento, y renovar el coche. Os adjunto una foto de un vehículo que me encanta, todo y que de tenerlo, creo que me dejaría el sueldo en gasolina, y sobre todo en repuestos.
TEMPORADA 2011 - 2012 - Nº 6
Sábado, 5 de Noviembre de 2011
TEMPORADA DE COTOS INTENSIVOS DE SALMÓNIDOS 11-12 – Nº 6
Coto del Pedret
Rio Llobregat
Pescadores: Ferran RUBINSTEIN
Capturas:
4 truchas arco-iris a mosca seca, 2 truchas arco-iris a mosca ahogada y 2 truchas arco-iris a ninfa.
Climatología: nublado y templado.
Hora de inicio de la jornada: 10,30 h.
Hora finalización jornada: 17,15 h.
La música de hoy:
Viaje de ida:
Sinfonía nº 2
Vasily S. Kalinnikov
“El Ideal”
Franz Liszt
Viaje de vuelta:
“Ball Suite”
Franz Lachner
“Ein Festes Burg”
Joachim Raff
“Hungaria”
Franz Liszt
Lineas Tensas!
Ferran RUBINSTEIN.
¿seguro que se trataba de plecopteros y no de tricopteros?
ResponderEliminarCreo que si. No todos los plecópteros son grandes moscas: al igual que los tricos, hay varias familias de ellos...:-)
ResponderEliminarPor cierto, he publicado como anónimo, porque no he podido hacerlo como Cuenta de Google... cosas de la informática, materia de la cual entiendo aún menos que de pesca a mosca. Un abrazo y Línieas Tensas! Ferran RUBISNTEIN.
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